¿Una copa de vino, dos? ¿Cuánto alcohol es necesario para que afecte a nuestro beneficio deportivo? Tomar bebidas espirituosas definitivamente sí impacta en el rendimiento, es más, afecta incluso a la recuperación del deportista.

“En general, el consumo agudo de alcohol puede alterar negativamente la función inmunológica y endocrina normal, el flujo sanguíneo y la síntesis de proteínas, de modo que la recuperación de la lesión del músculo puede verse afectada. También provoca alteración en el metabolismo de la glucosa y por ende del glucógeno, que es la principal sustancia productora de energía para el músculo, lo cual facilita las lesiones musculares, la falta de recuperación, así como comprometer la síntesis proteica normal del músculo”, explican el Dr. Manuel Villanueva, traumatólogo y director médico de Avanfi, y Guillermo Rodríguez, especialista en medicina deportiva de Avanfi.

El momento del consumo, la cantidad, la existencia de lesiones previas... muchos son los factores que influyen en cómo puede responder nuestro cuerpo ante el alcohol. Sin embargo, los efectos negativos son reales, independientemente de las ventajas que muchos estudios aseguran que puede suponer el consumo de una mínima cantidad en el bienestar general.

Los expertos aseguran que el etanol ralentiza los movimientos y causa deshidratación, lo que desencadena la pérdida de nutrientes, como el potasio, magnesio, fósforo y calcio, muy importantes para el atleta y que supone un riesgo importante de lesiones, con lo que nos enfrentamos a “las consecuencias negativas que son una disminución del rendimiento, de la fuerza y de la potencia, además de la reducción de la masa corporal del deportista”.

Pero, ¿cuándo puede suponer realmente un problema? ¿Estaría totalmente prohibido que los deportistas tomen una caña o copa de vino? Los doctores Villanueva y Rodríguez entienden que debe considerarse consumo moderado diario una o dos bebidas alcohólicas en hombres y una bebida alcohólica en mujeres, debiendo esperar efectos negativos “a partir de 0,2 gramos de alcohol por litro de sangre, aunque resulta especialmente problemático a partir de 0,5. Las bebidas alcohólicas, como la cerveza, aún en mínimas cantidades perjudican seriamente al rendimiento deportivo”.

En un país en el que beber alcohol es todo un acto social, hay que saber que para un deportista no existe el momento ideal de consumir alcohol. A priori necesitaría una media de ocho horas para eliminar todos los restos en el organismo, y además perjudicaría “la síntesis de las proteínas que aumentan el tamaño muscular y la reparación de los músculos, así como interferiría en la habilidad motora”.

Y hablamos de un consumo discreto, porque beber de más acaba afectando al cerebro, al hígado, al corazón, a los riñones, al estómago y a los pulmones, sin contar cómo influye negativamente en el metabolismo de la fibra muscular.

Deporte y alcohol son malos compañeros de viaje. Por separado es cosa de cada cual sacar conclusiones, unidos parece que las consecuencias no son las más deseadas.