Es cierto, hay un gen, el FTO, que aquellos que lo poseen pesan de media 3 kilos más y les hace más propensos a ser obesos. Ahora bien, el hecho de poseerlo no es sinónimo de tener michelines de por vida, si te sabes cuidar.

En una reciente investigación de la Universidad de Newcastle, publicada en la revista BMJ (British Medical Journal) en la que participaron más de 9000 personas de distintas etnias y edades, se ha llegado a la conclusión de que el hecho de portar este gen no impide la pérdida de peso.

“Ya no puedes culpar a tus genes. Nuestro estudio muestra que una mejora de la dieta y hacer más actividad física ayuda a perder peso, independientemente de la composición genética”, señala John Mathers, Profesor de Nutrición Humana de la Universidad de Newcastle, encargado de dirigir el estudio.

Para llegar a esta conclusión los investigadores llevaron a cabo una revisión de los datos de 9.563 individuos repartidos por todo el mundo, con el objetivo de averiguar si portar el gen FTO influía de alguna manera a la hora de perder peso.

El resultado fue que contar con el mismo no tenía efecto alguno en lo referente a la pérdida de peso. Asimismo el estudio demostró que los resultados eran iguales tanto para hombres, como mujeres, independientemente de su edad y raza.

“Nos encantó descubrir que las personas con la versión riesgo de FTO respondían igual de bien a las pruebas de pérdida de peso que las demás. Esta es una noticia importante para las personas que intentan adelgazar, ya que significa que la dieta, la actividad física o los planes de reducción de peso basados en medicamentos funcionan de igual de bien en aquellas personas con el gen FTO”, asegura Mathers. “Lo que significa que los efectos adversos del genotipo FTO sobre la ganancia de peso no son un impedimento en las intervenciones de pérdida de peso”.

La obesidad es actualmente un problema de salud mundial está aumentando en muchos países y la Organización Mundial de la Salud lo ha declarado como epidemia. Sin embargo, según este último estudio parece que el hecho se deba más hábitos de vida poco saludables que a perfiles genéticos.

Así que antes de ponerte a echar la culpa a tus genes o a tu constitución, ya sabes más gimnasio y comida sana y menos lamentos.