Llega la noche. Agotada, tras un intenso día en el trabajo, te vas a la cama a dormir, donde, desde hace un rato, ya te espera tu pareja pero… Oh, wait! Pareciera que un oso hormiguero se haya colado en la habitación. Las paredes retumban. No sabes si estás en tu casa o en el epicentro de un terremoto de 8 grados Richter. Sí, efectivamente, tu pareja ronca.

Hay varias explicaciones para intentar de comprender el porqué de tan atronador sonido por las noches, y una de ellas es el sobrepeso que, posiblemente, tenga tu pareja.

El problema viene cuando estos kilos de más se descontrolan, y se llega a acumular más grasa de la normal en la zona de la garganta y eso produce un “abultamiento de los tejidos del cuello”, según indican desde la Fundación Jiménez Díaz de Madrid.

Al hacerse más grandes esas zonas, con grasa, provoca que los orificios por los que debes respirar se cierren, al contraerse por el exceso de materia de lípidos y eso hace que se dificulte de manera exponencial el paso del aire por esas cavidades.

Además, este problema es más propenso que ocurra en los hombres que las mujeres, por una mera cuestión de anatomía. La grasa en las mujeres se acumula sobre todo en la zona de los muslos, mientras que, en el caso de los hombres, la grasa sobrante va hacia la zona de la cintura y el cuello.

Por eso cuando un hombre con sobrepeso se acuesta de espaldas, automáticamente está ejerciendo presión sobre las vías respiratorias, lo que favorecería la aparición de los molestos ronquidos.

Molestos y perjudiciales porque, aparte del sonido, tener ronquidos a causa del sobrepeso te puede provocar problemas circulatorios propios de una persona con kilos de más, por lo que es una cuestión que no es baladí.

¿Cómo puedes dejar de roncar?

Es obvio: si los ronquidos se producen, en parte, por el sobrepeso, lo primero que tienes que hacer es bajar de peso. Para ello puedes seguir un plan de ejercicios físicos monitorizado por un experto, así como comenzar una dieta que te recomiende tu médico o nutricionista.

También te ayudará, de primeras, cambiar tus hábitos alimenticios por la noche. Evita las cenas pesadas y que te impidan realizar una digestión liviana. No bebas mucho alcohol y, sobre todo, elimina de tu dieta todos los tipos de grasas trans como las que están presentes en la bollería industrial.

Un truco, aunque es hacer un poco de trampa porque no atajas de raíz el problema, es dormir de lado. De esta manera tus vías respiratorias sufren un poco menos de presión y podrás respirar un poco mejor. Pero, ya sabes, “pan para hoy, hambre para mañana”.