El problema viene cuando no sabemos diferenciar si tenemos hambre porque nuestro organismo nos está pidiendo alimento, o si esa sensación es producto de otros factores.

Sí, has leído bien. Cuando tenemos hambre, no siempre es porque queramos comer. Y si no, mira este ejemplo: ¿Qué le pasa a un fumador cuando deja de fumar? Que saquea la nevera cada media hora.

¿Pero entonces si dejas de fumar, tu cuerpo te pide alimentos? Pues obviamente no. Y es que hay varios tipos de hambre que tenemos que saber diferenciar y actuar en consecuencia.

A menudo se confunde el hambre con las ganas de comer, y ahí puede radicar la diferencia entre adelgazar o no.

Al hambre que debemos hacer caso sí o sí, es el conocido como hambre verdadero. Esta sensación nos manda señales físicas como temblores por bajadas de azúcar, dolores de cabeza, bajos niveles de energía, etc. Parece fácil, pero muchas veces dejamos pasar esas señales, y acabamos comiendo lo primero que se nos pone por delante.

Veamos en qué situaciones no deberías hacer caso al hambre.

Hambre de series y películas

La mejor compañía para ver la tele es una deliciosa bolsa de patatas fritas o algo por el estilo, ¿verdad? Pues resulta que se ha descubierto que comer mientras se está distraído hace que consumas más calorías que las personas que están a lo que están. Es decir, comiendo.

Por esa razón se recomienda tener la tele apagada mientras estás comiendo. O en su defecto, cuando ves la tele mantén las manos ocupadas haciendo punto, puñetas, o lo que mejor se te dé.

Hambre de aburrimiento

Y este punto me recuerda a mis tiempos de universitario, cuando tenía que estudiar para un duro examen, y pasaba más tiempo en la cocina que en mi cuarto. Este hambre también se da en el típico domingo lluvioso en el que pasas más de medio día tirado en el sofá haciendo zapping. Y digo medio día porque el otro medio te lo pasas levantándote del sofá para ir a la nevera.

Lo que debes hacer en ese caso es trabajar en tolerar el aburrimiento en lugar de paliarlo con una hamburguesa.

Hambre de estrés

Aquí retomo el punto de dejar de fumar. Cuando estamos sometidos a una situación de estrés, nuestro cuerpo tiende a comer aquellos alimentos más ricos en azúcar. Porque cuando te entra la ansiedad no te apetece un buen potaje, ¿verdad? Siempre acabaremos eligiendo una chocolatina en lugar de una pieza de fruta. Y eso es así.

Como dato curioso, se dice que las personas estresadas comen más en los momentos tensos, pero ingieren menos calorías en los momentos en los que todo va bien.

Hambre con la vista

Esto puede resumirse en: ya que está pues me lo como.

Llegas antes de tiempo a tu quedad con tus amigos, y te toca esperar casi quince minutos. Justo enfrente hay una pastelería con unos bollos que quitarían el sentido a cualquier. Entonces… ya que esto aquí, pues me lo como.

Si te pasa esto, detente y valora si de verdad quieres comerte eso o no. Y si un diablillo aparece sobre tu hombro y te acaba convenciendo, entonces sólo te queda disfrutar del suculento manjar.