Si descartar echar una "cabezadita" tiene que ver con la posibilidad de sumar kilos a tu cuerpo estás de enhorabuena, a partir de ya podrás tener unos dulces sueños después de la comida sin ver alterado tu peso: hoy desmontamos el mito de la siesta que engorda.

"Que una persona engorde o no depende del gasto calórico que haga a lo largo del día y la ingesta total de alimentos, no de la siesta, que es una actividad que hace referencia a un descanso breve que no es representativo con respecto al gasto calórico que se hace a lo largo del día", así de contundente se muestra Daniel Escaño Martín, nutricionista de NutricionDE.

El especialista en nutrición deportiva incide en que el gasto calórico en plena digestión nunca sería significante como para prescindir de un sueño que, por el contrario, puede ofrecernos beneficios en cuanto al rendimiento deportivo.

Si tenemos en cuenta que "lo más efectivo para perder peso son los ejercicios de alta intensidad y una buena siesta te permite que, tras ella, estés más activo, está claro que es beneficiosa, pero si comes y con todo el proceso digestivo te pones en marcha, la intensidad será más suave y en consecuencia el gasto calórico es menor", asegura, relacionando directamente sueño y rendimiento.

Podemos echar una siesta o no, pero siempre debemos evitar hacer deporte después de comer. Las desventajas tras una copiosa ingesta puede interferir en el proceso digestivo que se vería alterado, con el consiguiente riesgo a sufrir un corte de digestión.

Es más, incluso en el caso de que no ocurriera, advierte el nutricionista, la actividad física siempre se vería limitada y con ella el gasto calórico.

Lo recomendable es buscar el equilibrio, y para sacarle provecho a una siesta tenemos que tener en cuenta el tiempo de sueño. Lo ideal son  unos 15 o 20 minutos, tiempo suficiente para recuperar el tono, dedicarle mucho más tiempo puede mostrarnos el temido lado oscuro de esta tradición.

"Un proceso largo de siesta, de dos horas por ejemplo, sí que altera los ciclos del sueño y puede hacer que no se descanse bien por la noche, y eso haga que al día siguiente se esté más cansado”, asevera el especialista.

“El error es pensar que por la noche no se quema nada, eso es un mito, es cuando se recuperan todas las fibras rotas y uno se repone de lo que ha hecho a lo largo del día, la máquina está funcionando, si no descansas no rindes igual y el gasto se viene abajo. La falta de sueño sí genera ansiedad y está relacionado con un aumento de la ingesta", dice Escaño.

En definitiva, un sueño insuficiente por la noche sí engorda, pues al reducirse los niveles de leptina aumentan las ganas de comer y en consecuencia las posibilidades de coger kilos de más.

Y si eres de los que aprovechas la hora de la comida cuando trabajas para ir al gimnasio o correr se aconseja hacer una comida muy ligera, una pieza de fruta por ejemplo, luego hacer deporte y, entonces sí, comer fuerte.

Echar la siesta a continuación es voluntario. Lo importante es relacionar la siesta con descanso y recuperación y no con posibles kilos de más, ¡feliz sueño!