La pechuga de pollo de la nevera y tú os cruzáis miradas pero ni siquiera os saludáis. Estáis hartos el uno del otro y la monotonía ha hecho estragos en vuestra relación. Esto te recuerda a lo que le pasaba a esa pareja de amigos tuyos. Pero al final empezaron a probar cosas diferentes -guiño, guiño- y la cosa se animó. ¿Por qué no hacéis lo mismo el pollo y tú? No, a ver, nada de hacer cosas raras. Nos referimos al ámbito gastronómico. Olvídate de la pechuga a la plancha. Te presentamos cinco formas diferentes de comer pollo.

Que te lo piquen (el pollo)

A veces, todo es cuestión de formas. Pide en tu carnicería que te piquen un par de pechugas de pollo. En realidad, estarás comiendo lo mismo pero por su textura te sabrá diferente. Cocina la carne picada a la plancha junto a un chorrito de aceite, especias, sal... y deja volar tu imaginación. Puedes utilizar el pollo como relleno de berenjenas que meterás al horno para gratinar con un poco de queso encima. Pero si hoy te toca pasta y quieres dar un aporte de proteínas a tu plato, otra idea es mezclar la carne con tus macarrones o espaguetis junto con salsa de tomate natural. ¡Buen provecho!

Albóndigas sanas

Sabemos que no van a estar tan ricas como las de tu abuela, pero te aseguramos que van a ayudar a arreglar tu relación con el pollo. Ya es hora de que llegue la reconciliación. Hacer las albóndigas de pollo fit es muy fácil, y tranquilo, vas a conservar los avances realizados a base de dieta y gym. Ya tienes la carne picada, ¿no? Mézclala con un huevo, ajo y perejil picados hasta que consigas una masa uniforme.

Lo siguiente es que vayas dando forma a tus albóndigas, que meterás al horno durante un cuarto de hora a 180°. Por otro lado, dora en una sartén verduras a tu gusto cortadas en trocitos pequeños.

Añade medio litro de caldo y ahora pon en la sartén también las albóndigas, que deberán cocerse junto con las verduras a fuego lento hasta que el caldo se reduzca. ¡Ya tienes tus albóndigas fit! Acompáñalas de un poco de arroz y tendrás un comida de lo más completa para antes de ir a entrenar.

¿Hace una hamburguesa?

Cuántas veces, en medio de tu aburrida dieta, has dicho eso de “¡Me comería una pedazo de hamburguesa...!” Pues mira, es posible y sin que tu nutricionista te eche la bronca. Si te has quedado a medio hacer las albóndigas... no te preocupes, da un puñetazo sobre la mesa y conviértelas en deliciosas hamburguesas de pollo.

Solo tienes que cocinarlas a la plancha con un poco de aceite. Lo que hagas después con ellas ya dependerá de cómo de estricta sea tu dieta. Si te lo puedes permitir, mete tu hamburguesa de pollo casera entre dos rebanadas de pan de centeno con lechuga y tomate. Los restaurantes de comida rápida ya no volverán a tentarte con sus menús grasientos.

Pastel de pollo

En las pelis estadounidenses ves el famoso pastel de pollo que una vecina le lleva a otra como detalle de bienvenida al barrio y te entra hambre, mucha hambre. ¿Sabes que puedes prepararlo tú mismo en casa?

Dile a tu carnicero que te pique las pechugas de pollo dos veces, así el resultado quedará mucho más fino. Mezcla la carne con verduras picadas, ajo y un poco de pimienta (ya sabes que el picante ayuda a adelgazar).

Pon parte de la masa en un molde de goma alargado, mete tres o cuatro huevos duros (¡pélalos!) y un poco de queso bajo en grasa. Añade el resto de la mezcla de pollo y verduras hasta cubrir todo y mete al horno. Controla la temperatura y el tiempo que creas conveniente hasta que el pastel de pollo quede dorado a tu gusto y correctamente cocido por dentro.

Deja que se enfríe, sácalo del molde y... ¡voilà!, la pechuga de pollo como nunca habías imaginado.

Pollo en tiras

A veces te dan ganas de tirar la dieta por la borda. Un momento... ¿tirar? No, no tires nada. Mejor haz tiras con la pechuga de pollo y cómetelas. Antes cocínalas, claro. Puedes saltearlas en la sartén con tiras de pimiento y trocitos de cebolla. Si quieres, añade tomate natural y especias a tu gusto. ¿Qué hacer con esto después? Puedes mezclarlo con arroz, pero la mejor opción es hacerte unas fajitas mexicanas con tortas integrales.

Ya has visto que travestir a tu pechuga de pollo es la clave para que lo vuestro siga funcionando. En el fondo estáis hechos el uno para el otro. Pon en práctica estas diferentes formas de cocinar el alimento estrella de los deportistas y ¡que viva el músculo!