Esas ganas de un producto específico, o ese “mono” que nos entra, la mayoría de las veces, está relacionado con la comida basura o alimentos con altos contenidos en azúcar. Porque a nadie le entra mono de comer brócoli o espinacas, ¿verdad? Exacto.

Esto sucede debido a que en nuestro cerebro se encuentran distintos neurotransmisores, como la dopamina o endorfinas, y áreas cerebrales que se activan cuando tenemos sexo, tomamos drogas o comidas ricas. “Esto ocurre con el objetivo de hacer que queramos repetir estas sensaciones”, apunta Jonathan García Allen, psicólogo, coach y director de comunicación de la web Psicología y Mente.

Ingredientes adictivos

Los alimentos con altos contenidos en azúcar, grasa y sal, son los que crean mayor adicción. La industria alimentaria ha mejorado sus recetas con el paso del tiempo y no solo utiliza estos ingredientes, sino que emplea otros que hacen que queramos comer más. Actualmente, “usan una serie de sustancias que despiertan nuestros más profundos instintos y nos invitan a comer más y más”, apunta el experto.

Otras sustancias que se utilizan son:

Diacetilo: una sustancia que se añade artificialmente a algunos alimentos para crear un sabor parecido al de la mantequilla. Esta sustancia se encarga de hacer a un producto irresistible gracias al olor que desprende. Está presente en margarinas, aceites, palomitas y snacks, entre otros.

Nitrito de sodio: este aditivo químico se usa para conservar las propiedades de carnes y fiambres, entre otros productos. Este aditivo ha sido objeto de controversia ya que, aunque su uso está justificado porque evita el desarrollo de bacterias en estos alimentos, si se adhiere en exceso produce una serie de reacciones químicas que se convierten en agentes cancerígenos.

Cafeína: es el estimulante más consumido en el mundo y eso demuestra que está completamente instaurada en nuestra sociedad. Se encuentra principalmente en refrescos y cafés, productos que se consumen en el día a día de millones de personas.

Acrilamida: este compuesto aparece durante la fritura y el horneado de ciertos alimentos provocando en algunos ese color marrón como las tostadas o el irresistible sabor de las patatas fritas. Este compuesto se produce cuando se superan los 175 ºC.

Por lo tanto, cuanto mayor sea la temperatura que se use, mayor será nivel de acrilamida contendrá ese producto. Además recalentar en el microondas un alimento que ya ha sido hemos calentado anteriormente también puede producir a este compuesto. La Organización Mundial de la Salud (OMS) también ha metido mano en este asunto ya que en humanos podría ser cancerígeno.

Este compuesto lo podemos encontrar en patatas fritas tradicionales, patatas de bolsa, snacks de patata, galletas, café, frutos secos, tostadas, productos de panadería, etc.

Comiendo con los 5 sentidos

Como hemos podido comprobar en las características de estos aditivos, crear un olor y sabor irresistible es el objetivo de todos ellos. Hay que tener en cuenta que actualmente “comer no es un acto instintivo, sino que entran en juego los cinco sentidos, además de otros aspectos psicológicos como las expectativas, la memoria o las emociones”, destaca García.

Con estas características, nos compran, y aquí entra en juego el papel de la publicidad ya que “no se hace publicidad realista sino que se entran únicamente en el atractivo de la comida como los sabores, olores, consumirlo en un sitio agradable, etc.”, apunta Marta Bermejo, psicóloga de Psicomaster.

En conclusión, la industria usa de aditivos, muchos bajo lupa de la OMS, para hacer productos más atractivos a la vista y al paladar de los humanos haciendo que queramos consumirlos con mayor frecuencia. Por otro lado, aunque la publicidad contribuye a crear una necesidad al consumidor, “esta adicción por ciertos productos depende de factores y mecanismos más complejos de la propia persona”, según indica Bermejo.