Maldita sea, esta ciudad está situada sobre la falda de una montaña, parece una loncha de tranchete tirada encima de un doblez de pan. Es hora de diseñarse unas rutas para trotar lo introtable.

Ruta corta. De mi hotel céntrico a mi hotel céntrico.

Imaginemos que has de ceñirte al plan que te reservó el enterado de turno. Probablemente te alojes cerca de la Fira, Montjüic o Sants Estació. Bien. Sal caminando a la amplia acera de la calle Tarragona. Compartes trecho con los maratonianos que en marzo inundamos la ciudad. Vigila al cruzar, Plaza España suele ser un tanto homicida.

1.- Toma la acera de los pabellones de la Fira y sube hacia las fuentes y el Palacio de Montjuïc. Es la zona de salida del Marató y quizá huelas todavía a nervios. Al llegar a las cascadas, a la izquierda. Jean Forestier y Santa Madrona. Estás metiéndote en la montaña olímpica y ganando altura.

Para llegar a Miramar subes por una zona arbolada con aspecto de puerto de montaña. En dos kilómetros coronas y tomas aire. Desde lo alto, escenas de tejados y de Juegos Olímpicos de 1992. Estira en el Mirador del Poble-Sec y regresa por tus pasos, rodeando el Passeig Montjuïc y llegando a la ronda del Litoral. Si antes olía a mar…

Corriendo por la zona de Montjuic

2.- Puerto de Barcelona. Pasos de cebra y semáforos variables pero un ambiente inmejorable. Recuperado en los noventa, te llevará a la estatua de Colón y el comienzo de la mítica Rambla en cinco minutos más.

3.- Las Ramblas. Si los turistas extranjeros desparraman por ella, ¿no van a dejarte correr por su acera central? Codéate con lo mejor del paisanaje de allá y de fuera para respirar la Barcelona novelera. Una idea. En la boca de metro Liceu y si eres muy bueno orientándote, entra en el mercado de la Boquería.

El tiempo se detendrá en tu crono cinco minutos que parecerán cincuenta años. No te hagas un lío y sal por la misma puerta, a la Rambla. Cien metros más arriba y evitando el jaleo de las grandes avenidas, toma a la izquierda toda la calle Carmen. Toda. Como un toro ciego. Hasta que se termine. Es el Raval. Una zona entre lo hipster y el Maquinavaja. Toma nota de los sitios que vayan abriendo para tu siguiente paseo, ya caída la noche.

4.- La calle Carmen termina en Manso, que es casi la misma. Síguela hasta desembocar en la Avenida Paral·lel. Tendrás a tu derecha esa zona de la muerte, el famoso kilómetro cuarenta y uno de los maratones. Justo antes de que todos resucitemos al llegar a la Plaza España, de la que saliste y a la que llegarás igualito que lo hacemos los maratonianos en los días de primavera. Quizá algo más fresco. No te quito la razón. Habrás hecho alrededor de ocho kilómetros. Buenos son.

Parc Guell

Ruta larga. La Carretera de les Aigües.

Búscate un poco la vida. Al bolsillo un billete de diez pavos y un gel o una barrita. Vamos con mi parte favorita de la ciudad. El sistema de transporte de la ciudad te permite subir a alguna de las siguientes estaciones. Mi opción es metro L6 hasta reina Elisenda.

Ahí bajas y trotas por la avenida hacia arriba. A unos 500m has de cruzar la ronda de circunvalación soterrada y encaminarte a la zona deportiva Can Caralleu. Remonta montaña arriba y la primera gran pista de tierra es la Carretera de les Aigües. Una pista de casi 9 kilómetros que puedes recorrer en varias direcciones.

Te recomiendo tirar a la derecha, compartir trote con ciclistas, paseantes y corredores, y observar desde arriba toda la ciudad. Esto sí es auténtico city trail. Desde un balcón sobresaliente verás la parte del Ensanche sin atascos, el gris brillante del mar y, todo, sin bocinas, frenazos o humos.

La bien señalizada ruta de les Aigües te acercarán a las faldas de barrios escondidos. El Tibidabo y Vallvidriera son los entornos durante casi 8 kilómetros hasta que llegas a las pistas de tenis colindantes con la Carretera en Sant Cugat. Toca bajarse del burro, así que tomamos el descenso a la ronda de Dalt. Son 400 metros de asfalto y es hora de aventurarse.

Si eres un valiente, crúzala. Síguela a la izquierda otros 400 metros hasta General Mendoza. Sube. Sí, por ahí. Es Barcelona. Recorre toda la subida y adéntrate en las fantásticas cuestarracas de los barrios de la Teixonera, El Coll y El Carmel y te llevarás una agradable sorpresa.

Los ‘turons’, una especie de barrios de otro mundo que sirven como cerros-testigo de la ciudad, te esconden una Barcelona casi de pueblo que se corona con dos ejemplos bestiales de paisaje barcelonés: el turó de la Rovira, auténtico balcón de balcones y el -sí, ahora cerrado al público- Parc Güell. Ahora ya puedes echar mano de las vueltas del billete de diez y volver a zambullirte en la red de autobuses y metro.

Has visto lo que muchas guías no enseñan.