Superarse en la vida dicen que es una cuestión de fe, algo que atesora a raudales la 'hermana' Madonna Buder quien se ha ganado la simpatía y la admiración de muchos fans y competidores en el circuito Ironman, la más exigente de las pruebas en el ámbito del triatlón.

Y no es para menos, ya que a sus 86 años y, desde hace más de cuatro décadas, esta monja nacida en St. Louis (Missouri) el 24 de julio de 1930, cuelga en numerosas ocasiones al año su hábito para a continuación enfundarse el traje de neopreno y nadar 3.860 metros en aguas abiertas, pedalear 180 kilómetros en bicicleta y finalmente correr 42 kilómetros.

Sus hazañas deportivas le han convertido en la persona más longeva que ha finalizado un Ironman (45, en total), al tiempo que acumula la nada despreciable cifra de 340 triatlones en sus piernas.

Tras vivir una infancia y una juventud bastante anodina, a los 23 años Buder descubrió su verdadera vocación: escuchó la llamada de la fe y tomó la decisión de ingresar en un convento de monjas.

Allí permaneció hasta principios de la década de los 70, momento en el que decidió abandonar su congregación para fundar, junto a otras 38 'hermanas', una nueva comunidad religiosa, dependiente de la Iglesia Católica.

Fue precisamente durante su nuevo retiro espiritual y aconsejada por el Padre John, cuando Buder descubrió su otra vocación: el deporte. A la edad de 48 años, la 'hermana' se calzó unas zapatillas de correr y comenzó a entrenar prácticamente a diario con la finalidad de armonizar y cultivar su espíritu, cuerpo y alma.

El mero placer que le producía correr motivaba tanto a Buder que un buen día, allá por el año 1977, se enteró de la celebración de una carrera benéfica para recaudar fondos contra la Esclerosis Múltiple.

La monja se armó de valor y pidió consentimiento a sus superiores eclesiásticos para poder tomar parte en la prueba. No solamente obtuvo la bendición, sino que el obispo le comentó: "Ojalá algunos de mis sacerdotes hicieran lo mismo que usted".

Buder llegó a meta en una de las últimas posiciones. Sin embargo, este hecho lejos de desanimar a la religiosa, le dio alas para apuntarse a un club de atletismo con el objetivo de progresar más rápidamente.

Poco a poco la 'hermana' Buder comenzó a entrenar cada vez más y de una forma más intensa hasta que un buen día decidió dar el salto y participar en un triatlón.

Y así, a los 52 años, fue cuando esta singular monja compitió en su primer triatlón, con una bicicleta adquirida en una subasta del cuerpo de policía, que tuvo lugar en la localidad irlandesa de Banbridge.

A raíz de esta satisfactoria experiencia, el gusanillo de competir en esta exigente disciplina deportiva se acrecentó de tal manera que se fijó como objetivo participar en triatlones cuyas distancias fueran aún mayores.

Así fue como a los 55 años Buder completó una de las mayores gestas de su vida: la prueba reina de larga distancia, popularmente conocida como Ironman (3.860 metros nadando, 180 kilómetros en bicicleta y 42 kilómetros corriendo).

Desde entonces, la 'hermana' no se ha tomado un respiro. Acumula en sus piernas 340 triatlones, incluyendo 45 Ironman. Y a día de hoy, con 86 años, no se plantea retirarse.

'La monja de hierro'

Su siguiente reto fue el Ironman de Hawaii que culminó en el año 2005 a la edad de 75 años con un crono de 16 horas y 59 minutos, convirtiéndose en la mujer más longeva en completar una prueba de semejante distancia, lo que le valió el apodo de Iron Nun 'La monja de hierro'. Cuatro años más tarde, en el año 2009, batió su propia marca parando el cronómetro en 16 horas 54 minutos, con 79 años recién cumplidos.

Sin embargo, Buder no se conformó con semejante logro y su siguiente objetivo fue convencer a los organizadores de dichas pruebas para que establecieran un nuevo tramo de edad para poder seguir compitiendo, ya que por aquella época el límite de edad para los grupos de gente veterana alcanzaba hasta los 79 años.

Esto le permitió participar en el año 2012 en el Subaru Coast de Canadá, a la edad de 82 años, convirtiéndose en la persona más longeva en finalizar este tipo de pruebas deportivas con un tiempo de 16 horas y 30 minutos.

En su libro autobiográfico 'The Grace to Race', escrita por Karin Evans, 'La monja de hierro' narra sus experiencias acontecidas en triatlones: "Un Ironman es como la vida.

Tienes alegrías y pesares. Debes aceptarlo. Todo lo que te sucede en una competición de estas características te ayuda a ser más fuerte". A sus 86 años, 'The Iron Nun' sigue en activo y ha optado por competir en una disciplina no tan exigente como es el medio Ironman.