¿Campa todavía la picaresca por España? Nada más tienes que cobrar algo por un servicio para que algunos usuarios intenten sortear los mecanismos legales. Si, además, la escasez hace difícil conseguir el acceso a ese servicio, voilá, ahí lo tienes. La mezcla terrible en mitad de una burbuja que no da respiro. Todos corriendo y buscando dónde.

El escenario es el que ya conoces. La pereza, el descuido o la indecisión hizo que no consiguieras dorsal para una carrera. “Esto antes no pasaba” y “nos quieren robar algo que es nuestro, el deporte de la calle” son las dos primeras piedras sobre las que muchos asientan ese paso: se van a enterar, yo me cuelo y corro por mis narices.

¿Cómo se hace de manera habitual?

Meterse en carrera por cualquier lado. Digamos que es el método menos sofisticado. Durante toda la vida del deporte se han dado esos recortes. Esperar a que se terminen las vallas de la zona de salida ha sido el más usado. Se usa una calleja aledaña desde la que se sale pasado el barullo de la salida.

También es frecuente intentar meterse en cajones de salida poco vigilados. Se choca contra el uso de las alfombras de chip, pero parece importar poco. Tradicional. Cutre. Barato. Solamente has de compensar los metros de menos de la salida y los similares de la zona de meta.

Fotocopiar el dorsal de una carrera. Los avances de la tecnología son el siguiente escalón. Hoy día es relativamente fácil que un compañero caradura o convencidísimo de la acción antisistema te tunee un dorsal. Los colores son idénticos. El papel es prácticamente igual.

Este Robin Hood que roba a los organizadores para dárselo a los corredores consigue que lleguen a meta siete dorsales 3092. Al mismo tiempo entrega sus habilidades como si estuviera repartiendo currículum vitae. No te fíes. Está buscando trabajo como experto en diseño gráfico.

Usar un dorsal similar. Aquí rizamos el rizo. Ante las risotadas -imaginamos- de los conspiradores, se encuentra un dorsal que es más o menos azul, que mantiene unos patrocinadores similares. Bueno, en realidad qué más da. Quizá las cervezas o el tinto Cariñena haga que el filtro sea de grano gordo.

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Se han dado evidencias, eso sí, de dorsales que cantan bastante. De todos modos, la frente alta y presencia de ánimo porque, en realidad, el público de las cunetas no distingue. Y tus compañeros de carrera te adelantarán viendo tu espalda.

Colarse virtualmente. Corta pega de fotos o sensaciones en los muros de facebook. Esto es como los cazadores. Presumir de una carrera a la que no has ido o redondear la marca al libre albedrío es un ejercicio de muchísimo morro. Digamos que en la sociedad de la información lo que corre, precisamente, es la información.

En muchas ocasiones corre en contra del tramposo. Pero hay caraduras (o justicieros maléficos) que son capaces de eso y más. Travesías que no se han completado o tiempos imposibles. Haz memoria. Seguro que encuentras alguno en ese saco de lona que es tu cabecita.

Los riesgos, como se demostró con el reciente caso del exministro Soria (que corrió con el dorsal de una amiga), son evidentes: te acaban pillando.

Hay clasificaciones con pasos intermedios. Fotos asociadas a tu número de dorsal (el tuyo o el de tu colega). Hay chips que pitan, árbitros camuflados como si fueran la policía secreta del maldito running. Hay de todo.

Y las depuraciones de las listas de llegados a meta terminan separando el trigo de la paja en la mayoría de los casos. Como siempre, la lástima que haya fotos y vídeos que te sacarán los colores. Por doquier.

Ante ello, solo queda reconocer que estás en contra de los organizadores. Que lo tuyo es una guerra social y comunera. O, también, echarle suficiente rostro y alegar que no. Que corriste. Que no hay más que fallos en el cronometraje y que no te han sacado ni en el paso intermedio ni en meta.

¿No sería mejor que te fueras a correr al parque un rato y, luego, bajases a animar a esa carrera en la que no conseguiste inscribirte?