Primero fueron los años ochenta. Los setenta en los Estados Unidos, donde la fiebre ‘jogger’ sacaba a míticos personajes a trotar por Central Park. En España, empezaron a celebrarse carreras populares y multitud de maratones en los últimos años de los policías de marrón y de los políticos fumadores.

Quizá conozcas algún veterano corredor o eres familiar o vecino de aquellos pioneros. Los de las barbas y las zapatillas duras. Los pantalones mínimos y las camisetas monocromáticas que erosionaban la piel de los corredores. Se corría, se bebía agua y a la ducha.

Llega la segunda mutación. La de las (tachán) revistas especializadas. ¿Quién no ha pasado por un escaparate o un kiosko y ha leído lo de ‘runners’?

Esa puesta en escena dejó una segunda oleada de corredores. Calentaban, estiraban, asistían al fisio para masajes y pasaban al correr científico. Vieron cómo las carreras aumentaban los inscritos por miles. Estos corredores (ya denominados runners) ahora peinan canas y no es por la dureza de la vida o la crisis inmobiliaria.

Fue por ver cómo crujía la tarjeta de crédito: se habían establecido los principales establecimientos de deporte. Empezaba a regalarse material deportivo en los cumpleaños o Reyes Magos. ¿Quién podía resistir a empezar a correr?

Y en estas, llegó la explosiva mezcla de ocio e internet. Llevamos unos treinta meses de explosión dogmática. Hemos superado a los hipsters, a los de las bicicletas fixie, a los ironmen y a los de los cupcakes. El mundo del correr se ha expandido por polideportivos, gimnasios, parques, pero también clubes de empresa, criaderos de coaching y redacciones de los medios de comunicación.

Por ser directos: Si no corres, eres un paria.

Running y gin tonic

¿Hemos perdido el norte? Sí. ¿Se ha pasado del lujo de tener un rato para el ocio a la obsesión obligatoria del runner? También.

Pues me alegro anunciar que este espacio suministrará un poco de todo. La zanahoria con el palo para que corras cuando el demonio (¿o era el angelito?) te diga que te quedes haciendo otras buenas obras. El bocado como al caballo que piafa sin control y que te contendrá de hacer el indio. Te daré pistas y te daré un cebollazo. Dependerá de qué merezcas.

Ten en cuenta que pasé por las etapas del atletismo popular de los últimos setenta siendo un niño. Hice atletismo en categorías menores siendo un manta. Sobreviví a la noche de Madrid compatibilizándolo con las carreras de ruta.

Corrí maratones hasta que unos hooligans británicos me enseñaron a parar en los bares. He estado más de veinticinco horas corriendo sin parar y hasta podría enseñar al mismo Kilian Jornet o a Chema Martinez qué hay más allá del correr. Así que, curiosos, adictos, despistados y gente diversa, agarraos que iniciamos la exploración.

¡A confesarse en los comentarios del post, en Facebook o en Twitter! ¿Corres?