Es como la prueba del algodón que salía en el aquel famoso anuncio de detergente, pero aplicado a running. Entrar o no entrar en los pantalones vaqueros, ésa es la cuestión, que diría Shakespeare.

La obsesión o el objetivo de muchos de quienes empiezan a correr es perder peso. Volver a entrar en aquellos maravillosos pantalones de hace diez años que, de un día para otro, sin saber muy bien cómo, se nos quedaron pequeños. Nada nos gustaría más que volver a lucirlos.

Para conseguirlo, hemos decidido ponernos en manos del running. Y, sin embargo, con una sensación a medio camino entre el estupor y la decepción, después de un mes corriendo, la báscula sigue mostrando las mismas cifras odiosas. Nada ha cambiado. Quien nos aseguró que así perderíamos peso, nos engañó vilmente.

¿Por qué no perdemos peso?

Cuando empezamos a correr perdemos grasa y ganamos músculo. Y éste pesa más que la grasa. De ahí la desagradable sorpresa inicial cuando nos subimos a la báscula.

Sin embargo, no debemos tirar la toalla ni dar al traste con nuestro propósito de llevar una vida más saludable y quitarnos esos kilitos de más. La báscula solo nos muestra un número, nuestro peso en kilos, pero no refleja lo que realmente está pasando en nuestro cuerpo.

La prueba definitiva de que correr sí está dando sus frutos nos la darán aquellos vaqueros de hace una década. Entraremos en ellos porque hemos perdido volumen. Es decir, pesamos lo mismo, pero estamos más finos y tonificados y tarde o temprano acabaremos tirándolos a la basura.

De hecho, tener unos músculos fuertes y tonificados nos ayudarán en nuestro objetivo. No solo evitaremos lesiones, sino que podremos correr más rápido, mejor y durante más tiempo, con el mayor consumo calórico que todo esto implica.

Y no solo eso, sino que cuanto mayor es nuestra masa muscular, ¡SORPRESA!, mayor número de calorías quemamos mientras estamos en reposo.

Para bajar de peso también es necesario que tomemos ciertas precauciones.

Cuanto más corremos o cuanto más ejercicio hacemos, mayor combustible necesita nuestro cuerpo para rendir. Es decir, si no controlamos nuestra alimentación y nos pasamos con lo que ingerimos corremos el riesgo no solo de no perder un gramo, sino de engordar. Es sencillo, debemos gastar más energía de la que consumimos.

Además, el hecho de correr tres o cuatro veces por semana no significa necesariamente que llevemos una vida activa. Muchos de los trabajos de hoy en día requieren que estemos sentados en una silla durante interminables jornadas laborales.

Es muy importante que en nuestro día a día adoptemos rutinas saludables como:

1.- subir por las escaleras a casa

2.- bajar un par de paradas antes en el metro o en el autobús

3.- dar un pequeño paseo hasta la oficina

4.- evitar pasar las horas muertas en el sofá

Por otro lado, debes saber que hay zonas de nuestro cuerpo donde la grasa se resiste a desaparecer. En el caso de las mujeres son las caderas y los glúteos, y en el caso de los hombres, el abdomen. De nada sirve que trabajemos estas zonas concretas con ejercicios específicos. Nuestro cuerpo irá 'tirando' de la grasa de manera global y progresiva.

Aunque cuidado, la genética puede ser muy traicionera. Si somos de caderas anchas o tenemos unos cuádriceps muy desarrollados no importa las horas que corramos.

Tendremos una figura más estilizada pero nunca llegaremos a vernos como los modelos pasados por Photoshop de las revistas. Ni siquiera ellos son reales.

Así que, el primer paso es aceptarse y quererse uno mismo. Un subidón de autoestima que sí está garantizado gracias al running.