Sondra Rose, de 78 años, fue una de las últimas corredoras en cruzar la línea de meta de la Maratón de Nueva York el pasado 1 de noviembre, pero este, a todos los efectos, es un dato totalmente irrelevante.

Lo es porque, el objetivo de Sondra Rose no era acabar primera, ni entre las 10.000 mejores marcas, ni hacer su MMP. Su objetivo era, sencillamente, acabar la carrera, y hacerlo con un fin con el que le honra únicamente el haberse puesto las zapatillas: recaudar fondos contra el cáncer.

Y es que el nieto de esta corredora padeció de pequeño “Linfoma de Hodgkin”, un tipo de cáncer que se origina los glóbulos blancos, en los linfocitos, y que afecta al sistema inmunológico de quien lo padece. Fue en aquel momento cuando Sondra Rose comenzó a ayudar para recaudar fondos contra esta enfermedad.

Sin embargo, pasaron los años, su nieto se curó satisfactoriamente (de hecho ahora también disputa carreras populares) y la señora Sondra siguió con su tesón para obtener dinero y destinarlo a la investigación.

Fruto de su fuerza ha conseguido 14.000 dólares desde julio con el anuncio de que iba a correr la Maratón de Nueva York y con la organización de rifas y concursos. Este dinero, según ha anunciado, irá a parar al mismo lugar al que lo donó Meredith Parmalee, la corredora que hizo la Maratón de Nueva York mientras tejía una bufanda con sus dedos; es decir, a la Leukemia & Lymphoma Society.

Como no podía ser de otra manera, la familia de Sondra estuvo apoyándola en los momentos finales de la Maratón. Así, su hija corrió con ella los últimos 13 kilómetros, a la vez que le servía de apoyo logístico dándole galletitas de chocolate, frutos secos y agua.

En la línea de meta esperaba emocionado su marido quien, al cruzar Rose la línea de meta le dijo un cariñoso “lo has conseguido”, mientras le besaba, como se puede ver en el tuit que ha colgado la organización de la Maratón de Nueva York.

Sin duda, son este tipo de pequeñas historias individuales que subyacen en las grandes cifras de participantes de una gran carrera las que hacen ver el carácter solidario de muchas personas que, por un fin benéfico, deciden recorrer, ni más ni menos, que 42,195 kilómetros tengan la edad que tengan.