Una primera respuesta es la de que se ha convertido en un catálogo de ventas. Una segunda, tanto o más cruel, es que no teníamos suficiente con el hecho de correr y que hemos etiquetado qué hacemos y dónde para poder subirlo a las redes sociales.

Vienen a decirnos que correr es ideal, está de moda y es hasta fácil pero que necesitas tomar partido. De manera urgente tendrás que definirte como corredor cuando lo realmente importante es que escojas campo de juego. Sin más.

Hay gente que vive en la ciudad y gente que vive en el campo. A unos y otros, de manera indefectible, les cogerá más cerca correr de un parque o de una zona deportiva.

¿Entonces?

Déjate de modismos. De momento, analiza qué sitios ves más cómodos e inmediatos para poder trotar. Próximo a tu casa o trabajo deberá haber un parque o un polideportivo. También es posible que vivas en uno de esos centros urbanos donde la historia de la ciudad ha ido por otro lado al de los espacios verdes. Si escogiste vivir en el centro de la ciudad vieja rastrea calles cómodas con aceras amplias. No te serán útiles para entrenar mucho pero sí para desplazarte hacia ese gran parque urbano.

Si vives en plena naturaleza o en el mundo rural, las variables están más claras aún. El campo te permitirá empezar, evolucionar y hacer kilómetros hasta que se te caigan las cejas. Es posible que tu problema sea más encontrar alguien con quien coincidir para correr. Pero podrás tomar ese camino hacia otro pueblo, hacia los huertos o las viñas cercanas a tu subconsciente infantil, y correr será un privilegio que los urbanitas solamente podremos leer o escuchar. O practicarlo en nuestras vacaciones.

La montaña, en nuestro país, es un bien cercano en buena parte de las zonas habitadas. Cuando recibo algún amigo extranjero le llevo en esa escasa media hora de coche a las sendas de la Sierra del Guadarrama. Veo cómo alucina con ese espectáculo que está a cuarenta kilómetros de una urbe de seis millones de habitantes.

Amigos barceloneses me relatan suerte parecida con la Collserola o Montseny, mientras que los corredores del norte tienen el Pagasarri o las crestas de sus Jaizkibel o Sierra Nevada particulares a un rato de casa. Correr por las montañas y regresar a casa a la hora del almuerzo es inviable con el hecho de vivir enfadado.

Libérate y trota monte arriba y abajo.

¿Qué aporta cada uno de estos terrenos?

El asfalto es el gran enemigo del corredor, pero también es el campo de juego de casi toda la sociedad corredora. Machaca nuestras articulaciones, sobre todo cuando estamos empezando. Pero sobre él hemos corrido todos. Asfalto es el nombre de pila de las famosas carreras populares. Sobre las duras calles podremos corretear incluso 15 minutos de emergencia después de un duro día de trabajo. Somos una sociedad urbana y asfaltada. Toca coexistir con ello.

El parque sirve de iniciación. Tiene muchas zonas con tierra apisonada, o hierba donde podrás empezar a correr sin castigar tu cuerpo. Los parques de toda la vida te darán sombra e historia, entretenimiento. Los parques de nueva creación suelen tener anchas sendas y son sitios de fácil acceso desde todas partes de la ciudad. Posteriormente puede ser una cancha fantástica para completar el entrenamiento, y hasta una pasarela social y un buen sitio para conocer gente.

El monte lleva colgado el sambenito de ser un sitio durísimo para correr. También se ha erigido como el rincón donde un corredor busca la esencia y la libertad. Salvo que hayas andado por él toda la vida, notarás que el famoso trail running es duro y esclavo. Déjalo para una segunda fase, inmediatamente posterior a la iniciación.

Sobre todo, considera que hay decenas de alternativas.

Estás empezando.