España mantiene y refresca sus tradiciones cada año. Somos así. Lo que ocurre es que muchas tradiciones son alegres, positivas. Como la de correr en Fin de Año.

No todas van a ser tétricas ni van de quemar libros prohibidos, pedir favores imposibles a muñecos de madera o dar el poder a determinados terratenientes. Tú ya me entiendes.

La tradición o costumbre moderna de correr en la festividad de San Silvestre empachó las agendas de las criaturas del mundo civilizado a partir de los años ochenta.

La San Silvestre Vallecana de Madrid encabezaba el pelotón de carreras en España, del mismo modo que la Sao Silvestre de Sao Paulo lo hacía en Brasil.

La prueba carioca (siempre he deseado escribir esto) reúne desde 1925 a miles de participantes en tirante carnavalero y se beneficiaba en forma de unos segundos en los telediarios de medio planeta.

A los editores de vídeo les solucionaba esa trilogía de eventos deportivos que debían competir con el Concierto de Año Nuevo de Viena y, con saltos de esquí y chapuzón en las aguas heladas de algún río ruso, se iba sembrando esa semilla de ímpetu en los corredores del planeta.

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Ese “pues al año que viene organizamos nosotros una de esas”.

El boom corredor del que hablamos hasta aburrir a los propios runners solamente ha recogido parte de esa tradición.

Desde los años noventa se celebran carreras con la etiqueta New Year’s Race en Estados Unidos, Reino Unido, Países Bajos y demás de nuestro entorno europeo. Nada nuevo bajo el sol: España accedió tarde a la oleada de las carreras populares.

Sí es cierto que algunas ciudades son más de celebrar el 25 que el 31 de diciembre. Así, existen carreras de Navidad históricas como la Course de Noël, en Sion (Suiza), en marcha desde 1969. Heredan la pasión celebradora del deporte de los suizos en, por ejemplo, la travesía a nado de Ginebra en Navidad, que data de 1885. Y no es una errata.

Pero hablamos de San Silvestre, el santo pronador que hace milagros embutido en una chaqueta ligera de color amarillo fluorescente.

Sylvester Races tenemos, sin ir muy lejos, en: Nueva York, donde su NYRR Midnight Run/New York atrae unos miles de neoyorquinos que arrancan a correr con las campanadas. Todos ellos, sin plan familiar para comer o emborracharse.

En la norteña ciudad italiana de Bolzano/Bolzen (el SüdTirol es bilingüe) se corre la Silvesterlauf en un entorno paradisíaco.

En el calendario alemán de carreras hay ciento setenta y cinco sansilvestres, amén de las celebradas el día de Año Nuevo. Correr movilizados en tropel, de todos modos, no es exclusivo de los alemanes. Y no vale hacer chistes sobre ejércitos. La web CarrerasPopulares lista ciento ochenta y una sansilvestres en España en su calendario de pruebas.

Pero es que nuestros vecinos franceses tienen otro buen mazo de ‘corridas du saint Sylvestre’. Saintes, Clermont-Ferrand, Frevent son ejemplos de la fiebre de correr un jueves, para mucha gente aún laborable.

En los Países Bajos hay otros millares de corredores que acudirán a las Nieuwejaar’s Loop. Es uno de los países más pequeños de Europa pero que censa casi dos millones de runners (sobre una población de dieciséis millones de holandeses), y modifica sus hábitos para desplazar el trote del 31 hacia el sábado o domingo.

Más. Luanda, capital angoleña y de herencia portuguesa, también celebra su Sao Silvestre. Donde además se acumula un buen pellizco de dinero en premios y corredores de élite.

Y, si estás de viaje por los Estados Unidos, podrás apuntarte a alguno de estos trescientos treinta eventos runeros. Si te pilla por Phoenix, Salt Lake City, Detroit, Portland, San Antonio… no digas que no te lo ponemos fácil.