Toda esta introducción a la carnicería práctica de CorreryFitness significa una cosa. Estás familiarizado con la anatomía de los bichos. Y en alguno de los momentos de debilidad, o después de ducharte, intentando entender dónde te duele esa pierna has metido las manos hasta el fondo.

También es posible que en las visitas al fisioterapeuta, al masajista o viendo vídeos en YouTube vieras asomar tendones y paquetes musculares con formas entretenidas. No, descuida. No tienes un problema mientras salvo que las comas crudas o pertenezcan a tus congéneres. Eres curioso y te apetece saber más sobre el cuerpo del runner.

¿Pierna o paletilla?

Pierna, pierna. La paletilla es, para la mayoría de nosotros, un complemento del que colgamos el bolso o la mochila. Estás ante un monumento de la ingeniería. De abajo arriba, ese tendón que nos trae a mal vivir. Si tienes delante un muslo de pollo, quita la piel. Observa los paquetes musculares. Están separados por una membrana fina. Mete los dedos por ella. Es la fascia.

Esa misma membrana recubre cada músculo de tu cuerpo. Como corredor deberás aprender a identificar cuando se ha irritado la fascia plantar, a masajearla, y a hincar las yemas de los dedos en los grupos recubiertos por esa fascia irritada. Como carnicero experto deberás separar la fascia lata del hueso. No tienes que filetearte. Solo separar la cinta tibial del largo hueso que te duele cuando aumentas los entrenamientos.

Espinazo.

El carnicero de tu mercado favorito te lo ofrecerá como despojo, para guiso. Pero cuánta importancia tiene. Coge esa pieza y observa. Cada vértebra de bicho tiene una forma redondeada y una aleta ósea. Se llama apófisis. A su alrededor, donde tú ves restos de ternilla y carne, se enlazan músculos sin fin.

En concreto tu vértebra lumbar L2 lleva anclado el equilibrio corporal. En ella se engancha el psoas y el diafragma. O sea, la faena de tu postura al correr, la rotación de la cadera y el funcionamiento ordenado de tus vísceras. ¡Viva el espinazo!

Casquería.

Morro, callos, zarajos y criadillas suelen tener poco predicamento entre muchos. No ayudan su fuerte sabor, la evidencia de ver qué parte estás comiendo o apelaciones testiculares. Pero, ¿has analizado de cerca esas pequeñas gemas de las entrañas en el puesto de tu pollero de guardia? Por ejemplo, los riñones de cerdo difieren muy poco del tamaño de los tuyos. Esos doce centímetros marrones y redonditos filtran toda tu sangre. Bueno, la de un cerdo vivo. Al día pasan por ahí 200 litros. Convierten los desechos en esa orina "denominación de origen runner".

Es difícil no admirarlos porque vemos a diario los resultados de su trabajo. ¿Te has quedado corto con la hidratación en mitad de un trote y sospechas que deberías beber? Lo verás confirmado en el color de la orina. Acaso ¿no has leído sobre cómo testar el paso de los kilómetros mirando la eficacia de tus riñones?

En detalle y cuchillo en mano.

¿Te has animado? Mira ese pollo. Agarra el cuchillo de chef y separa los cuartos traseros. Ahí tienes las pechugas y la estructura de costillas y cartílago que las fija. Aunque no compartimos anatomía con las aves, detente a la hora de cortar muslo y contramuslo. Verás que la articulación es un interesante juego de tendones. No andamos muy lejos del resto de los vertebrados.

Por donde mejor entra el cuchillo no está siempre a la vista. Pero puedes mover el muslo del pollo en varias direcciones. Se llama articulación sinovial multiaxial por sus varios ejes. Otras, como la rodilla, solo tienen un movimiento, se llaman uniaxiales. Lo tienes en el alón del pollo. En unas y otras hay elementos fijos que comparten contigo, corredor-destripador: la membrana sinovial que recubre todo, el líquido que la lubrica, el cartílago articular y un buen manojo de tendones que fijan más o menos las partes móviles.

Todo ese juego que destrozas sin habilidad ninguna, cuchillo en mano, se reproduce en esa pareja de pequeñas cabronas de nombre rodillas. El peso de tu cuerpo aprisiona el cartílago mientras corres. El equilibrio de la pierna se mantiene gracias a unos ligamentos fuertes. El líquido sinovial permanecerá ahí lubricando tus kilometrajes. Cuida tus movimientos y la fuerza muscular para evitar que esos ligamentos sufran innecesariamente.

Mientras ahora te lavas las manos y quitas de en medio los restos fúnebres del pollo, conejo o brontosaurio, piensa la cantidad de información práctica que te llevas. Con el tiempo podrías aprender a darte tus propios masajes, a identificar patologías y dolores.

Bien es cierto que siempre queda, claro, vivir con un profesional del despiece.