Cuando empecé a correr no le daba mucha importancia al tema de visitar a un fisioterapeuta pero con el paso del tiempo he comprobado que visitar regularmente su consulta me hace mucho bien. He cambiado el acudir cuando sufría una lesión a prevenir que estas aparezcan yendo de una manera más regular.
Y os aseguro amigos y amigas que no hay comparación. En mi caso os puedo decir que hace mucho tiempo que no tengo que dejar de correr por una lesión. Tocaré madera para que esto siga así.
Después de muchas idas y venidas probando a unos y otros, por fin encontré la fisioterapeuta que conectó con mis músculos, fascias, articulaciones y demás engranajes anatómicos de los que estamos compuestos.
Desde la primera sesión, note que estábamos hechos el uno para el otro, fue casi un amor a primer masaje o mejor dicho, a primera tortura, porque a la muchacha le gusta trabajar a fondo y ¡vaya si lo hace!
La confianza con mi “fisio” es total, ella sabe cuándo estoy bien o cuando estoy mal. Me aconseja sobre si debo bajar la intensidad de los entrenamientos o simplemente darme unos días de descanso. Lo que dice va a misa y punto.
Eso no quiere decir que cada vez que aparezco por su consulta esté más nervioso que Naranjito en la fábrica de Zumosol. Cuando la veo aparecer con esa sonrisa, sé que nada bueno va a suceder en la siguiente hora de mi vida.
-Pasa, quítate la ropa y túmbate.
-Hoy sólo vengo a que me descargues, me encuentro bastante bien.
-Sí, sí… Hoy suave. Deja que vea como están esas “canillas”.
A partir de ahí, se suceden una serie de movimientos muy precisos por su parte seguidos por mi parte de un “tsunami” de onomatopeyas y de términos malsonantes que es mejor no reproducir al tratarse de una web apta para todos los públicos.
A modo de resumen os diré que varias veces me acuerdo de sus parientes más cercanos. En algunos momentos mis ojos se vidrian y las lágrimas amenazan con recorrer mis mejillas y no precisamente de emoción… ¿Me explico?
Debo reconocer que una vez que han pasado esos minutos que parecen horas, la sensación es indescriptible. Pese a tener varias zonas doloridas (sobre todo aquellas donde sus manos han puesto más empeño) mis piernas son otras.
Las tensiones y sobrecargas desaparecen y estoy listo para tras un pequeño descanso, es mejor esperar unas 24 horas tras un tratamiento de fisioterapia (o más), volver a correr con casi total normalidad.
Normalmente intento ir cada 3 semanas o 1 vez al mes, incluso cada dos semanas si estoy preparando alguna prueba más exigente. Con esto no quiero decir que todo el mundo tenga que hacer lo mismo pero si es aconsejable que de vez en cuando tus piernas y demás partes de tu anatomía reciban los cuidados que se merecen.
Conozco gente que no estira nunca y que no ha visitado a un fisioterapeuta en su vida y pese a todo no han sufrido lesiones. Lo más importante es ir conociéndose uno mismo y probar que funciona y que no, cada uno en esto de correr somos un mundo.
¿Y tú? ¿Visitas al “fisio” con regularidad o sufres las molestias en silencio?