La verdad es que me sorprendí a mi misma de mi resultado, ya que quedé entre las ocho finalistas. Pero con lo que más me sorprendí fue con los efectos que tuvo mi cuerpo después de esos tres minutos de carrera.

Nada más terminar, empecé a notar las primeras sensaciones. No me refiero a que me costara respirar, sino a que tenía la sensación de tragar sangre e incluso la sensación de tener ganas de vomitar.

Cómo en la primera ronda me había clasificado, me tocó correr una segunda vez, y esta vez, tardé casi un minuto más que la primera ronda. Las piernas no me respondían, era como si se hubieran agotado.

Pero eso no fue todo, dos días después, amanecí con fiebre y mala de la garganta.

Ante tales sensaciones, decidí investigar qué era lo que había pasado. ¿Qué había experimentado mi cuerpo en tan sólo tres minutos para, literalmente, ponerse malo de un esfuerzo?

La respuesta la encontré en el lactato. Esta sustancia se produce cuando el esfuerzo físico supera el nivel en que nuestro cuerpo ya no es capaz de producir más energía usando el oxígeno. Es ahí cuando nuestro organismo empieza a funcionar de forma anaeróbica y se forma, como subproducto, el ácido láctico.

Dicho todo esto, he de aclarar que no estoy diciendo que el ácido láctico sea un enemigo. Además de ser un producto secundario del ejercicio, también es un combustible para ello. Se encuentra en los músculos, la sangre, y varios órganos.

El cuerpo lo necesita para funcionar apropiadamente. La razón de que los atletas pueden esforzarse tan fuertemente y durante tanto tiempo es que la práctica hace que sus músculos absorban más eficientemente el ácido láctico.

Lo que ocurre, es que cuando este se acumula y pasa a la sangre, disminuye la capacidad para obtener energía y se produce fatiga muscular, de ahí que la segunda ronda no pudiera literalmente con mi cuerpo.

Este efecto es peor si después de haber realizado el esfuerzo que causó la acumulación de lactato se mantienen inactivos los músculos. Lo ideal hubiera sido poder trotar un poco al terminar para ayudar al cuerpo a eliminarlo.

La principal diferencia entre dos corredores de élite, uno de 200 metros y otro de 10.000 metros, no se encuentra en la capacidad del sistema aeróbico, ya que ambos lo tienen sumamente desarrollado, sino en la capacidad del sistema anaeróbico. En el corredor de 200 metros tiene este sistema desarrollado en su máxima capacidad, permitiéndole generar más energía por unidad de tiempo para esta prueba. Pero a su vez, limita a este corredor para poder realizar esfuerzos máximos más prolongados.

Los síntomas que tenía después del esfuerzo no fueron en realidad por el ácido láctico en sí mismo, sino por el hecho de que rápidamente se disocia, por ser un ácido fuerte, convirtiéndose en una molécula de lactato cargada negativamente y un ión de hidrógeno positivamente cargado. A este proceso se le denomina  cuadro de acidosis y tiene efectos secundarios.

Se ha señalado “la existencia de síntomas, a menudo solapados, que preceden al cuadro de acidosis, como son náuseas, vómitos, diarreas, sed, dolor epigástrico”, según la Dra. Caridad Soler Morejón.  De ahí la sensación que tenía inmediatamente después del esfuerzo.

También me han explicado que probablemente los mecanismos de defensa de mi cuerpo para sobreponerse a tal esfuerzo  fueran los causantes de que pocos días después estuviera más débil y me pusiera enferma.

La investigación en los últimos años ha demostrado que aunque es importante una producción menor, la clave para el éxito atlético es poder despejar el lactato del músculo donde es producido.