Imaginaos la estampa: una carretera comarcal a media tarde. Una pareja de guardias civiles patrullando en su ronda habitual y, a cien metros, algo que les extraña. Una persona, vestida de corto y corriendo a un ritmo considerable.

A pesar de las argumentaciones del individuo al darle el alto, los agentes tienen que pedirle que se retire de la carretera y que, por favor, la próxima vez que salga a correr que tire un poco más de pudor, que no es cuestión de ir enseñando piernas.

La escena era algo habitual para muchos de los veteranos del correr. En aquella, época no había running, ni tan siquiera atletismo popular. Los que corrían eran pocos y como miembros de una pequeña tribu, buscaban la manera de defenderse.

Quizá, uno de los que marcó el inicio de la fiebre del correr en España fue un aragonés que se metió a Barcelona en el bolsillo kilómetro a kilómetro. De cero a cien.

Si hablamos de los primeros atletas que popularizaron el correr, la mayoría de gente tendrá en la mente a Domingo Catalán. Desde que llegara a Barcelona a finales de los sesenta y recalara en las filas del FC Barcelona, 'Mingo' se fue ganando al selecto público de la época demostrando, carrera  si y carrera también, que estaba hecho de otra pasta.

Domingo Catalán tras acabar los 100 kilómetros de Santander

En su madurez como atleta de élite se convirtió en el referente para la gente que llegaba a las calles a finales de los setenta: mas allá de los podios -que llegaban, y muchos, en aquellos años-, la gente se sentía atraída por la figura de un corredor que era calculador durante los largos trayectos e implacable a la hora de rematar la faena.

Tenía un sexto sentido para identificar a los rivales más débiles y un par de piernas que le daban ese punto de velocidad en el momento indicado. Sus exhibiciones le hacían cada vez más conocido: en una maratón de Barcelona, al pasar con el grupo de cabeza por la Modelo -una prisión en pleno centro de la ciudad-, los presos se asomaron a la ventana a animarle y a decirle que le diera caña al resto.

Fue en una prueba poco conocida donde Catalán encontró su cenit como atleta: si las carreras populares eran un mundo de pocos, las pruebas de ultrafondo eran un terreno desconocido para la afición. En la prueba reina a nivel nacional (los 100 de Santander, creados a primeros de los ochenta por otro mito entre los populares, Ricardo Toro), Domingo se hizo amo y señor de la especialidad, asaltando en tres ocasiones el campeonato del mundo y logrando en 1987 una marca estratosférica: 6:15:17.

Un hito en una carrera, la suya, que también tuvo sus momentos más duros: en 1989, fue inhabilitado por la Federación por participar en una prueba en Sudáfrica, en un momento en el que la comunidad internacional luchaba contra el apartheid. Sin embargo, tras cumplir con su sanción, volvió con fuerza para ser subcampeón del mundo en 1992.

En tanto el atletismo no es como el resto de deportes, nadie podrá decir que Domingo no supo retirarse a tiempo. Todavía en el día de hoy que le podemos ver, corriendo a ritmos mucho más terrenales, la maratón de Barcelona. Su historia -que recopila el periodista Ignasi Gayá en 'Domingo Catalán. De 0 a 100'- es la de nuestro deporte. El camino que un 'maño' hizo hasta la capital y que le convirtió, en cada kilómetro, en el precursor de esto que a ti y a mí nos trae locos.