Enero cuesta. Una vez que has aparcado las comilonas, los días de fiesta y los regalos, la realidad te golpea en donde más duele. Intentas rehacerte a la rutina pero hay algo que te arrastra hacia al síndrome post vacacional. Después de la vorágine navideña, toca volver a entrenar y recuperar el rato invertido en los festivales gastronómicos. Y si ya no era suficiente esfuerzo, te lo vamos a poner aún más cuesta arriba.
El entrenamiento en cuestas forma parte del ADN del atletismo: concretamente, de la parte más pesada y tediosa del mismo, en la misma familia que los días de series. Sin embargo, junto con sus hermanas de intervalo, las cuestas son uno de los ejercicios más beneficiosos para todas las partes de tu entreno.
La práctica hace al maestro y la repetición al burro que entrena, por lo que todo proceso que exija esfuerzo y que aumente la carga del mismo con el paso del tiempo produce a la larga mejoras en tu capacidad respiratoria, tu ritmo, tu velocidad punta y en la economía de tu técnica de carrera. Y todo, con sólo poner algo de inclinación en tu vida.
Sé que ahora me dirás que se hacen duras al principio. Piensa que tu evolución va a seguir la misma pendiente: en los primeros momentos se plantean como auténticos picos, pero incluir una sesión de cuestas por semana (en mi caso, no suelen durar menos de 40 minutos) acaba dando efectos a largo plazo.
Verás cómo tu trabajo se ve recompensado convirtiendo ese ritmo de rodaje continuo en una carrera relajada de cardio: tus cuádriceps aprenden del entrenamiento en cuestas y te harán más fácil el trabajo cuando corras en llano.
Cualquier cima se puede coronar si se hace de la manera adecuada: si hacer cuestas es un tedio para ti, no te lo plantees como sprints en subida. Si lo haces, corres el riesgo de reventar tras las cuatro primeras con todo un mundo por delante.
Pon el modo diésel a funcionar y ayúdate de la tracción a cuatro extremidades que tienes: tus piernas harán un trabajo duro, pero si le sumas el apoyo de un buen movimiento de brazos la cosa será más sencilla. El torso levemente inclinado y esa tranquilidad ante la faena que tienes delante las harán más llevaderas.
Ahora es cuando aparece el holandés de turno (siempre hay un holandés) y me explica que donde él vive no hay cuestas. No necesitas treparte al Everest una vez por semana para entrenar: no necesitas más que una subida continua (entre 60 y 200 metros) para incluir un entrenamiento de este tipo en tu rutina.
Todo vale: desde la pista forestal que puedas tener cerca de tu urbanización hasta las rampas del centro comercial al que acudes habitualmente. Todo es cuestión de perspectiva (en tu caso, mirando desde abajo).
Si te estás iniciando en el running, deja este ejercicio para más adelante: una vez que hayas ganado fondo y mantengas una regularidad, empieza a introducirlas poco a poco en tu planning semanal.
Obviamente, si quieres: tal y como digo, suelen ser una de las partes de cualquier entrenamiento que más se atragantan al personal. No es obligatorio incluir cuestas en ninguna planificación ni atiborrarse a subidas en plena preparación de una maratón: en pequeñas raciones, son el complemento perfecto a una tirada corta entre semana o una solución para ese día en el que tienes poco tiempo y necesitas un esfuerzo extra.
En tus piernas queda que decidas enfrentarte a las cuestas: en enero se hacen complicadas y te pueden traer disgustos, pero sabes que cuando llegue el buen tiempo serán tu mejor arma para darlo todo en carrera. Todo es cuestión de plantearse la vida en subida.