Es otro de los clásicos del verano. Como las olas de calor, como las sombrillas que salen volando, como las operaciones salidas, como los avistamientos de monstruos del Lago Ness recogidos en medios debido a la carestía de noticias.

Y es que los corredores orilleros se dan en todas las playas del mundo. Bien es cierto que son corredores ocasionales o novatos, que después de sufrir molestias por esa actividad, las achacan a su falta de forma o a su reciente inactividad.

Hay playas y playas, puntualicemos. En esas en las que se retira el agua y quedan metros y metros, planos y sin inclinación, en las que la tierra está algo compacta, y en la que algunas escuelas de fútbol sacan a sus chavales a bregarse, son perfectas para la práctica del running, para correr descalzo y fortalecer los músculos del pie, para que se estiren sóleos y gemelos y recuperen su movilidad.

Pero atención con esas orillas un poco o muy inclinadas. Correr por ellas cambia en exceso la ergonomía, obliga a la pierna más alejada del mar a pronar en exceso, a girar la rodilla para acortar esa pierna, a impedir a esa cadera que esté alineada con la otra. Ojo, que también obliga al tronco a bascular para tener equilibrio.

Algún runner iluminado pensará que si hace el camino de regreso por el mismo lugar, compensará una cadera por otra, en una especie de operación matemática del tipo 2 + (-2)=0. Evidentemente lo que se logrará es forzar la postura primero hacia un lado y después hacia el otro. Doble molestias.

No obstante, si tienes una pierna más corta que la otra, y siempre corres en la misma dirección, igual hasta te mola la idea, aunque alguien tendrá que ir a buscarte. ¿Tu cuñado? Sería como correr con un pie en la acera y el otro en el asfalto… Efectivamente, ésta es la broma para ayudar a visualizar el problema de correr por una orilla inclinada de playa.

Ya sé que echarás de menos la brisa del mar, quizás esos cuerpos de hombres y mujeres, según tus gustos, que se tuestan, que te distraían mientras corrías, ese esquivar pelotas de plástico, esos movimientos impredecibles de rafanadales de palas que te hacían dar lo mejor de ti para no caer K.O.... ¡Bah! recuerda que tu cuerpo te lo agradecerá.