Domingo 08:30 a.m. suena el despertador, abro los ojos y pienso que no puede ser posible. Es domingo, debería quedarme un rato más en la cama, pero no, toca levantarse, desayunar y ponerme manos a la obra.  Un desayuno frugal y al lío, la tarea se antoja dura pero es lo que toca. Pasar el aspirador, poner una lavadora, limpiar los baños y cambiar las camas.

Entrenamiento cruzado que diría mi cuñado el que corre. Eso me recuerda que hoy como en casa de mis suegros y él estará allí. No sé qué es más duro, si el tute matutino de limpieza o la comida escuchándole hablar de sus carreritas y demás. Se me eriza el vello cada vez que se acerca la hora de compartir mesa y mantel con él.

Nada más llegar a casa de mis suegros la misma rutina, se acerca me estrecha la mano y me mira de arriba abajo.

- ¡Vaya! Estás cogiendo peso. Esa tripita se iría con unos kilómetros corriendo.

Odio esa sonrisilla y condescendencia con la que suelta todos los domingos la frasecita de marras. Le devuelvo el escáner corporal y le contesto con la mejor de mis intenciones:

- Hombre, tú tampoco estás para portada del “Sport Life”. ¿Cuánto dices que corres?

Su sonrisa desparece y masculla algo entre dientes. Esto no ha hecho más que empezar, he salido victorioso del primer envite pero no me hago ilusiones, su venganza será terrible. Para más “inri” me he olvidado en casa el “Gelocatil” y el “Almax”. No hay quien me libre del dolor de cabeza y estómago.

En el primer plato mi cuñado nos cuenta la batallita del día. Su carrera del domingo. Hoy creo que ha sido una media maratón o eso me parece entender entre sorbo y sorbo de sopa.

- He salido tranquilo, me lo he tomado como un “entreno” de calidad. En progresión. No veas a la de gente que he adelantado. A partir del 16 recogiendo cadáveres. Esta gente no sabe correr. Se funde en los primeros 10 kilómetros. Pero claro no tienen la experiencia que yo tengo….

Sus palabras entran por mis oídos pero no soy capaz de procesarlas. Todo me suena como un “runrún” bastante monótono y aburrido. Pero el tío sigue dándole que te pego.

- Claro, ahora que estoy preparando un maratón tengo que cuidar los ritmos. Estoy metiendo unas buenas series y bastantes cuestas. Creo que puedo hacer MMP. Aunque depende del día. El maratón es así, no perdona. Tengo que tener cuidado con la hidratación y los geles.

Oigo lo de los geles y pienso que si de verdad tiene que cuidar el gel con el que se ducha. No entiendo nada. Encima los garbanzos se me están haciendo bola. Sólo se le ocurre a mi suegra poner cocido en pleno mes de agosto. La tarde va a ser de traca y nunca mejor dicho.

- ¿Y tú cuando vas a empezar a correr?

Noto que se ha hecho un peligroso silencio, levanto la mirada del arroz con leche y veo que la pregunta está dirigida a mí. Otra vez la misma cantinela. ¿No se cansa? A mí no me gusta correr y menos si eso supone convertirse en un “personaje” como él.

- Ya sabes que no me gusta correr. Contesto con mi mejor sonrisa y vuelvo a darle a la cuchara.

Él continúa alabando las bondades de salir a correr, de aumentar distancias, de superarse, de heroicas carreras, de sus zapatillas súper amortiguadas, de todos sus colegas runners… Mientras yo me sumo en el sopor del tercer chupito de hierbas. Preveo que acabaré dormido en el sofá de mis suegros, con dolor de cabeza al despertarme y con acidez de estómago… ¡Planazo!

Y ahora dime que no te has visto reflejado (aunque sea sólo un poco) en ese cuñado. Si es así, estás a tiempo de cambiar.