Estoy a punto de acabar mi temporada con una sensación extraña. Se acerca el verano y con él, el merecido descanso, pero tras el parón estival voy a afrontar un nuevo desafío. Tranquilos, no pretendo pelearme con la ultradistancia o pasarme a otras disciplinas. Mi gran reto para el próximo curso es integrarme en la dinámica de un grupo de corredores, que se conocen desde hace mucho y que entrenan juntos en el mismo nivel.

Lo digo porque, por mi parte, soy practicante del “running onanista”. Que nadie se asuste, no es que me vaya tocando mis partes a ritmo de 4:30 el kilómetro: lo que vengo a decir es que, por norma, suelo salir a entrenar o montar mis planes en solitario. Yo mismo con mi mecanismo, vamos. Si eres de los que parafrasean a la Jurado y dicen a sus compis que “ya no siento nada corriendo contigo”, bienvenido.

Yo me lo paso en grande solo. Habrá quien no se sienta motivado a salir sin que sea otro quien lo proponga o sin tener una hora y un lugar determinado con los compañeros, pero no es ese mi caso.

Planificarte tus propios tiempos y horarios hace que no te pierdas ni un entreno ni pienses en que es muy pronto (o muy tarde) para salir a quemar kilómetros. Algunas de las salidas en las que más he disfrutado han caído a horas intempestivas, después de madrugones criminales o tras jornadas de trabajo en las que necesitas un punto de desconexión.

Ahí está otra de las claves por las que correr solo es el aislarme de todo, poner espacio entre todas las obligaciones y responsabilidades del día a día. Habrá quien considere cada salida como un reto en el cual superarse o esa quedada con los colegas de cervezas para resolver los problemas del mundo a trote cochinero.

Para un servidor, salir a entrenar es un encuentro con mi mismo, una vuelta por el yo y las circunstancias o un paseo para olvidarme de todo y volver fresco. Además, ayuda a ejercitar un músculo que durante las carreras de fondo es importantísimo: si estás acostumbrado a ir solo, tendrás el “coco” mejor preparado para plantarte ante las situaciones de crisis.

Vamos a dejar ese Coelho que todos tenemos dentro y vayamos a lo que puede interesaros más: ¿se puede mejorar entrenando solo? Esta suele ser la bandera de aquellos que se mueven en manada, “es que si no entreno con gente mejor que yo me estanco”.

La diferencia entre evolucionar o quedarse por el camino está en el cómo entrenar y no en el con quien. El umbral aeróbico es el que tiene que marcar tu ritmo y no el más rápido o el más lento del grupo.

La cinta y el pulsómetro son buenos compañeros de camino en esa soledad del corredor. Y si quieres ir en analógico, siempre puedes recurrir al clásico de las sensaciones. Si vas sobrado en relación al resto del grupo te estancarás siempre; si, por contra, las liebres de la troupe te llevan con la lengua afuera, estarás haciendo un ejercicio anaeróbico que no te va a ayudar a mejorar y que puede, a la larga, provocar lesiones o sobrecargas que no ayudan.

Esas son mis razones para hacer de mis entrenamientos un encuentro conmigo mismo y mi mecanismo. Son igual de válidas que las tuyas para salir en grupo, así que apuesta por las que quieras.

Desconecta de tu grupito y enfréntate a una salida en solitario... o busca a quien te ayude a quitarle el carboncillo a esas piernas. No hay por qué discutir o debatir cuál es la mejor manera de salir. Lo bueno de estar de acuerdo en algo es que todos estamos de acuerdo.