Desgraciadamente, en el marasmo de las mil carreras, viejas y nuevas, existen también las malas organizaciones. No las pruebas que no salen como tenías previsto. O como tenían previsto los propios organizadores. Hablamos de los fiascos.

Aprende cuatro principios básicos de cómo evitar estos malos momentos. Porque no estás dispuesto a tragar con cualquier cosa. ¿Qué has detectado que no te guste? ¿Qué podría estar pasando sin que te des cuenta de primeras?

No es que algunos organizadores sean unos caraduras. Podrías encontrar alguno así. Esto es cierto. Esencialmente, las carreras son todas buenas ideas para el ocio. Demos incluso el beneficio de la duda hasta las destinadas al noble arte de sacar fondos, o conseguir buenas fotos de portada para los más abyectos fines.

Estamos hablando de mal trato como cliente. ¿Se ha prestado más atención al famoso que da la salida o al político que corta la cinta de salida que a los propios corredores? ¿Falta agua para los mil últimos? ¿Colas infinitas de cientos de chicas esperando para los baños portátiles? ¿Otra vez esa camiseta chillona que se queda enganchada en los padrastros? ¿Pagar 1.6€ por kilómetro? Coño, resulta casi tan caro como una autopistas de peaje...

Centrémonos. Si no se cumplen unos servicios básicos, algo falla.

Una salida anunciada a su hora, un espacio ordenado para ella, tráfico cortado en su totalidad y una seguridad palpable deberían ser los mínimos. Pero estamos encontrando ejemplos de tanta presión de algunos patrocinadores que lo que se ofrece por corredor se agota.

Hay tantos impedimentos en algunas ciudades que se desplaza el hecho festivo en sí. Que existan, además, alcaldías que arrinconan las carreras a las horas más oscuras del invierno, ayuda bastante poco. Y todo se va haciendo más desagradable. Tu carrera hace aguas.

No toleras que te traten como un borrego, aunque apuntarse en masa como si no hubiera otro hobby que el correr dice poco de nuestra capacidad de reinventarnos. Este overbooking conducirá un día a una desgracia y no estás dispuesto a participar de un titular de los servicios informativos.

Las peores organizaciones acumulan un historial de todo esto. Infórmate y pregunta. Son carreras que se aprovechan del boom (vale, lo mismo que hacemos los que escribimos a diario sobre esto. Exprimen al máximo a sus pobres voluntarios, así como los recursos que destinan a las pruebas.

Después de informarte, solo será culpa tuya si quieres regresar a esas líneas de meta colapsadas por miles de corredores. Tenlo en cuenta. Están jugando con tu seguridad.

Así las cosas, debates como el de la bolsa del corredor ya ni se plantea. Hace tiempo que nos gusta más ir a comprar nuestras propias prendas deportivas. No necesitas impepinablemente otra camiseta más.

Y tienes el contenedor de papel a rebosar, como para acumular más folletos que ni miras. Es verdad que muchas marcas comerciales ‘sostienen’ el mundo de las carreras populares. Si en tu oficina te obligan a digitalizar tu entorno, ¿hay que llevarse dos kilos de papel a casa?

Echa cuenta de qué te gusta. Salir con un buen grupo de amigos a recorrer diez kilómetros debería suponerte un coste simbólico. La gasolina, a lo sumo, el café o la cerveza posterior. Dos euros más por la bolsa de croissants que llevas para el desayuno runner.

Pero quince pavos por correr diez kilómetros en una ciudad, a las nueve de la mañana, un día festivo, quizá no sea la esencia misma de correr. Podríamos estar ante organizadores que gestionan lo necesario para el corredor de un modo y cobran una inscripción de otro modo. Ya me entiendes.

¿Darías el primer paso y abandonarías a ciertos organizadores?