¿Te suena Haruki Murakami? Novelista japonés, escribió dos obras archiconocidas de la literatura en los últimos años. Por diversas razones. Son Tokio Blues y ¿De qué hablo cuando hablo de correr? Una parece el remedio a la otra, aunque esto haya poca gente que lo haya sostenido todavía. En mitad de ambas, que llega el otoño.

Llega el fresco. La época de las los días decrecientes. Aunque somos gente dinámica, la oscuridad llega y es inevitable preguntarse: ¿si practico deporte estaré sanote como un roble o me invadirá la tristeza depresiva de los días decrecientes? En realidad es algo que no vamos a responder.

Se nos escapa de las manos. No estamos aquí para hablar del aumento hormonal de la melatonina, una simpática sustancia que se muestra muy llorosa cuando la luz es menos intensa. Y que parece darnos, además, más hambre. O de la caída asociada de serotonina (la que nos regula el sueñaco) y la dopamina, la caña corporal interna. El blues ese ese estado de ánimo que la literatura y la música pusieron en boca de todos. La flojera. La galvana. La morriña. La fiaca argentina.

Haruki Murakami se dio a conocer a muchos cuando difundió en sus páginas su historial asociado, un repaso de su vida de runner. La habilidad de su editora y las buenas perspectivas de vender miles de libros hicieron el resto. El asunto es que las ciento y pico páginas que salieron (en España con Tusquets) serían un anzuelo. Tanto los millones de corredores japoneses (país de origen del autor) como los estadounidenses (su residencia) comprarían las notas de “De qué hablo…” en cuanto empezasen a leer lo que no pasa de unas páginas parecidas a un blog. El blog de un corredor. ¿Golpe maestro, no?

Gracias a esos ficheros que circulaban en word por los miles de correos supimos de Murakami. También, que escribió Tokio Blues. Bueno, originalmente Norwegian Wood. Es la novela sobre los ires y venires de un cuarentón que mira hacia atrás en el tiempo bar y que habla de un estado de melancolía casi generacional.

¿Cuarentones, gente de ciudad que se asoma a la depresión, un novelista que corre? No digáis que no es una radiografía de nuestro segmento demográfico.

Dentro de la masa de practicantes de la carrera está ese bloque al que podemos asociar la obra del literato japonés. Recién caído en los cuarenta y rodeado de una nerviosa avalancha de vecinos, compañeros de trabajo y familiares que hablan de la fiebre del correr, se mira en un espejo y no le gusta lo que ve. Es otoño y el viento, además, alborota los flequillos y se ve el cartón. El viento pega esa camisa amplia que se pone para disimular la barriga cervecera y los contornos son imposibles de esconder. El blues le ataca. La crisis de los cuarenta le pone en el borde del abismo.

Murakami presenta a Toru Watanabe (el personaje principal) hurgando en el pasado de novietas y sexo de sus tiempos de estudiante tras escuchar un tema de los Beatles. El varón entrado en años que decide empezar de una vez con el trote también va en busca de un pasado, ¿no os parece? Los tiempos en que los vaqueros y la camiseta de los conciertos sentaban bien. La carrera impulsiva en que uno se agitaba pero no escupía el corazón por la boca. Entrar en una sala de reuniones y sentirse envidiado por ese pelazo y esa lozanía.

Lo malo (o lo bueno) es que termina por rejuvenecer tanto y tan rápido que se encuentra, de repente, cometiendo los mismos errores de su adolescencia. Sobre las idioteces que cometemos corriendo y su relación con las hormonas y el acné ya hablamos otro día. En cuanto a recomendarte a Murakami como autor, es muy probable que ya lo hayan hecho otros. Fíate más de ellos que de mí.