¿Te atreverías a desenterrar documentos y seguir los pasos de un explorador o de sus ejércitos? Vivimos en un país lleno de historias de gente que pataleó los caminos, montó en burro - y quien quiera ver aquí una analogía con la masa corredora, allá él- o migró buscando trabajo o pelea. No vamos a repetir las calamidades. Los tiempos han cambiado.
Pero ¿y con la excusa de hacer deporte?
Si nos detenemos un momento, en realidad lo hacemos más a menudo de lo que parece. Sin ir más lejos, en la década de los ochenta se ideó la recuperación definitiva de la súper ruta cultural del occidente europeo: el Camino de Santiago. En treinta años se ha multiplicado el discurrir de los peregrinos contemporáneos. Miles acuden a lo largo de esas vías marcadas con la hechizante flecha amarilla.
No todo tiene por qué ser una gran expedición. Fíjate bien en ese libro que cayó en tu mano, podría contener un buen camino o una senda campestre o cualquier cosa.
Cientos de corredores norteamericanos siguen la interminable red de migraciones hacia el oeste, las trazas de mineros y granjeros como escribió el gran Steinbeck en Las Uvas de la Ira.
El polvo, el camino y el sol que se ocultaba en el horizonte acompaña hoy a una legión de corredores que se apuntan a esa colección de pruebas deportivas inigualable: Western States, las cien millas de Leadville, el John Muir trail, o las otras tantas horas de pataleo por la 100M-HardRock.
En Europa, prácticamente los senderos de gran distancia (GR) corresponden en muchos casos con viejas rutas. O excusas que unen lugares con un patrimonio cultural.
La carrera entre Madrid y Segovia de cada mes de septiembre, o la SainteLyon, uniendo Sainte Etienne y Lyon de noche y en invierno. La herencia ganadera de nuestras vías pecuarias también es muy compatible con el deporte. Al menos mientras no nos metan cuatro tiros por interrumpir una partida de cazadores.
¿Quieres ser aún más original? Zambúllete en los libros de Historia.
La guerra y la muerte trazó, lamentablemente, los grandes movimientos y son perfectamente trazables. Correr durante horas por un paisaje cultural en el que pasaron tantas cosas es una manera diferente de apreciar tu entorno.
No todo va a ser calamidad humana. Algunos grandes viajeros del Romanticismo del siglo XIX dieron preciosas rutas (además de la peregrinación religiosa Europea mencionada antes en Santiago de Compostela y sus eqiuvalentes en Portugal, Francia o Tierra Santa, entre otros).
Gerald Brenan y la sierra de Granada, Edward Hawke Locker y Lord Russell descubriendo los escenarios de las batallas de la guerra napoleónica, o el mismo Almanzor en su eterno periplo por las tierras de Castilla.
¿Quieres un ejemplo?
Hace unos años di con un conjunto de batallas que tuvieron lugar cerca de mi casa. El protagonista principal era un muy conocido Napoleón Bonaparte. Las reseñas del emperador a su hermano sobre la expedición de 1808 en España hicieron las veces de excusa.
Unos cuantos buenos amigos ‘runners’ tomamos un coche y lo condujimos hasta el puerto de Somosierra, lugar donde se libró una desastrosa emboscada para los defensores, las tropas leales a la monarquía española bajo el mando del general San Juan.
Allí dejamos el coche en cuestión y corrimos (y caminamos) los casi cien kilómetros que habían seguido las tropas de Napoleón hasta Madrid, persiguiendo a los retirados.
Plantéatelo como todo un día por delante. Tienes esperando caminos que sobreviven sorprendentemente a los siglos. ¿Qué esperas para bucear en alguna ruta y probar?
Nuestra historia se ha escrito durante siglos y sólo falta que lo rescates a tu manera. ¿Corriendo y caminando?