Y esta vez, ¿qué fue lo que pasó? Esa es la pregunta que mucha gente se hace a la hora de analizar los resultados del atletismo español en los pasados Mundiales. Ni el propio Ramón Cid -seleccionador nacional-, que repasó con los medios los mismos tras volver de Pekín, se creía que se regresaría de China con el oro de Miguel Ángel López como única medalla y la presencia de dos finalistas como premio de consolación.

Habrá quien se lleve las manos a la cabeza al ver el medallero pensando en lo que somos y lo que fuimos; otros, en cambio, se sentarán a pensar en que puede estar ocurriendo. Nosotros, desde nuestra humilde posición, intentaremos combinar ambas.

Para nuestra desgracia, la primera noticia española en el Mundial no fue un podio ni un puesto en los Juegos Olímpicos (que se llevó Javi Guerra en la maratón), sino un positivo. Y para más inri, de una reincidente que, de confirmarse, supondría una sanción de carácter permanente. La prueba fue realizada, para mayor escarnio, en el Campeonato de España (donde la atleta consiguió plaza para el Mundial).

Todos sabemos que mucho se ha hecho en la lucha contra el dopaje y que, mientras siga existiendo esta lacra, mucho queda por hacer; pero sigue doliendo -porque duele- ver como esto se repite en instancias tan altas y, sobre todo, como todo se asume hasta con naturalidad. También es feo ver como desde los medios se cuelgan carteles a atletas castigados de otros lares pero ante casos como este se calla (aludiendo a una presunción de inocencia ante una persona pillada cuatro veces).

La alegría que nos dio Miguel Ángel López tiene que ser clave para entender lo que le pasa al atletismo español: como buen marchador, el murciano tiene los pies en la tierra, y eso es lo que debemos pensar. No somos lo que fuimos y, aunque aquello fue bonito, las diferentes historias que han ido saliendo a la luz nos hacen mirar aquel pasado con una mezcla de nostalgia y desconfianza. Trabajar sobre la base de lo conseguido ahora y revisar que ha fallado se antoja clave.

Ruth Beitia

Hablar de la labor de los atletas, sin embargo, es difícil. Sé que muchos de los que leerán estas líneas corren y disputan pruebas cada semana mientras intentan compaginar esto con su vida y sus obligaciones, pero hay que saber mirar desde la barrera a estos bichos que se ganan la vida corriendo. Cierto es que la gran mayoría no estuvo en Pekín a la altura de lo que sus marcas nos muestran y que muchas cosas pueden influir, pero la labor de la Federación debe ser la de palear esas diferencias o saber en dónde hay que hacer hincapié.

Debería servirnos como punto de partida la gran noticia de los Mundiales: la medalla de oro de un atleta de Kenia. Llegó en lanzamiento de jabalina, una prueba que nada tiene que ver con la habitual recolecta aurea de los africanos en el medio fondo. Julius Yego confesó que empezó a formarse técnicamente viendo vídeos en Youtube, debido a la falta de entrenadores de la disciplina en su país.

A pesar de que no somos una potencia, tenemos en nuestro país infraestructuras que no deberían llevarnos a casos tan extremos. Los programas de detección de talentos deben combinarse con un seguimiento sobre los chicos que destacan.

Disciplinas como el fútbol o el baloncesto combinan, dentro de su calendario de competición, concentraciones puntuales en las cuales pueden analizar cuál es la evolución de estos jóvenes talentos más allá de la mera lucha por un primer puesto en un campeonato nacional. Desconozco si esta práctica es común también en el atletismo de formación, pero sería un excelente punto de partida.

Y si no queremos o no podemos pensar en el futuro, miremos al menos por nuestro presente. Sé que nos hace mucha gracia a muchos atletas populares el compartir línea de salida con cracks que han estado corriendo pruebas de fondo en estos Mundiales.

Cracks a los que, por cierto, vemos en prácticamente cada prueba o acto promocional vinculado al mundo del running. Muchos lo hacen porque ganar o estar entre los primeros lleva acarreado un patrocinio que deben ganarse o deben cuidar según lo tengan o no. Igual un poquito más de ayuda no vendría mal.