Ribadesella

Esto tiene más trampa que una película de chinos karatecas. Ribadesella es un paraíso tal que no merecería sino un monográfico por sí mismo. Pero muchos estáis allá de vacaciones. Así que, al turrón. Recomiendo, siempre, usar el puente sobre el Sella como punto central. De un lado al otro, el lazo imaginario te llevará a la montaña o a una playa digna del Lido veneciano.

Trota pegado al puerto deportivo, por Coronel Bravo, hasta alcanzar la punta de la playa. Ahí deberías parar un segundo a soñar con barcas, con pescadores que regresan a puerto con temporal. El frente de la playa tiene villas hermosas que te mandan derecho a los años 1920, hoteles en los que podrías pasar un trimestre viviendo como en Downtown Abbey.

El final de la playa te invita a alucinar en la punta del Pozo o escapar por la rotonda que indica “Senda Ribadesella-El Fito”. Pero sé sensato, que luego tendrán que ir a buscarte con el coche. Regresa bien por la playa bien por la Senda del Malecón, parque paralelo a la playa pero pegado al río interior y al puente del Pilar.

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Ribadesella | Gabriel Villena en Wikipedia CC 2.0.

En la vuelta al puente del Sella, cruza y encara el casco histórico. Recto hasta la antigua iglesia y gira a la izquierda por Atalaya. Llegarás recto a la plazuela ‘Mercado de Ganado’ de la que sale un ascendente camino peatonal. A sufrir porque subes a la ermita de la Guía. Cañón, vigía y refugio de la ciudad, es un promontorio exageradamente bonito. Para y coge aire.

Se baja por la senda escalonada que va a pico al mar. Estás justo al otro lado del estuario donde venías. Te has ganado regresar a la parte vieja de Ribadesella y comer y beber hasta sentirte pleno y en consonancia con el cosmos.

Santa Pola

Eres de los que sintieron la atracción fatal por este rincón del Levante y te apalancas como si no hubiera un mañana. ¿Qué tiene Santa Pola? Para empezar, tiene lo mismo que Alemania. Una Santa Pola del Este. Pero ahí no vamos a ir. Hoy toca otra cosa.

Tiene algo. Tiene arroz caldero. Y tiene kilómetros para una nueva variedad: vamos a correr de noche por la playa. Con sus pescadores de chiringuito.

Espera a que caiga la luz. Con la noche todos los runners son pardos. Nuevas caras en la playa, cenas en la arena y revolcones eróticos. Sal del mismo puerto donde podrías comer un arroz con all-i-oli mañana mismo. Tira en dirección sur, por la gran playa. Disfruta de pisar por el brillante borde del agua. ¿Quieres quitarte las zapatillas? Hazlo. Llévalas en la mano.

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Puerto de Santa Pola | Wikipedia

Llega un momento en que se termina la gran y amplia esplanada de arena de Santa Pola. Hay un cambio de playa en el desagüe del pequeño arroyo. Cambiamos de tercio. Verás unas casitas. Son ese resto del siglo pasado. Traseras de bares y terracillas incumpliendo la ley de costas. El Bienvenido, el Fayago o esas casas que se tiran en mitad del arenero. Podrás preguntar a gente que pasa la noche pescando. Es como si la calle Blasco Ibáñez fuera un plato con el borde mal limpiado y las casas esas gotas de salsa por las que nadie pasó el trapo o el dedo. Chupetea esos restos de vida marginal (de margen) y trota sin mirar reloj o GPS.

En otros diez o quince minutos de trote ya se abre todo a lo nuevo. Lo mediterráneo va regalando ese continuo sin final. Una nueva playa con un paseo más moderno. Tú decides hasta dónde quieres ir. En definitiva es de noche y solo tú pones el punto de regreso hacia el centro de Santa Pola. Puedes dejar que la noche te coma y correr por el final del municipio, donde la playa se junta con las salinas de Torrevieja.

Dénia

Dénia es un sólido puntal del Agosto hispano. Las fiestas y el granizado de café y leche merengada de Marqués del Campo. Subimos hacia el Montgó. Agárrate los machos. Trailrunning chancleta y festivo.

Sal del casco histórico por Gavira hacia la gran rotonda de Jaume I. Desde ahí ya se otea ese bloque pétreo al que nos asomaremos. Trota con cuidado sorteando semáforos y toma la Av.del Montgó (en la esquina, la iglesia e indicaciones de La Pedrera). Tras el paso a nivel, siempre recto hacia las urbanizaciones, la calle pasa a ser el Camí Pou de la Muntanya. Bien podrías dejar el coche por aquí y ahorrar el trote urbano (cuenta 1.5km de enlace, como los rallies).

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Denia | Wikipedia

En el desvío con el cartel de la farmacia, por tu izquierda y ya siguiendo los carteles de Rutas senderistas del Montgó. La calle se empina y se mete entre huertos. No pierdas las indicaciones de ruta senderista porque las urbanizaciones son un panal de callejas. La calle se convierte en una carretera de montaña que asciende entre fincas y chumberas. Aprieta los dientes y camina los tramos de más pendiente.

En kilómetro y medio más llegas a un curvón. Hay una cadena que impide que los vehículos entren a la zona del Parque Natural del Montgó. Pasa y entra en la red de sendas que podrás explorar mientras, abajo, la vida discurre playera y chiringuitera. Los rincones para subir haciendo trail del bueno se suceden. La Cova del ’Aigua, el Racó del Bou, el zigzag vertical para coronar la cruz del Montgó… los límites los ponen tu forma física, la prudencia (ten en cuenta que es una zona escarpada).

Tu regreso no podrá ser más amable, siempre descendiendo. Cuenta con que el trote de regreso a Dénia añadirá unos cuatro kilómetros desde las últimas rocas.

La recompensa la podrás echar en cualquiera de las terrazas de Jaume I o, si quieres, a ese clásico del paseo familiar y con la refrescante horchata del centro de Dénia. Mi recomendación, para en Verdú. Si eres capaz de encontrar mesa.