Si caminas en estos días por Barcelona, lo más seguro es que te hayas cruzado con una  extraña señal. A tus pies, una línea continua recorre la Ciudad Condal de punta a punta. Ese azul profundo, esa “llinea blava” como dicen los locales, es la que separa la cordura de la locura, la lucha del premio. Es la que van a recorrer todos los que se calcen las zapatillas y salgan a recorrer 42 kilómetros y 195 metros que les llevarán, de vuelta, a los pies de la Montaña Mágica de Montjuïc.

Más allá del tono épico que pueda uno darle, los números están ahí. Barcelona y su maratón se han consolidado, en los últimos años, como la gran carrera de la distancia reina en España.

En cinco años ha crecido hasta cifras al nivel de las grandes capitales europeas, moviéndose al ritmo de otras grandes citas como la “major” de París. No en vano, los organizadores de la prueba francesa son, junto con RPM Sports, los responsables de que esta prueba haya dado un salto exponencial en los últimos años.

Podríamos dedicar párrafos a hablar de los grandes favoritos de la prueba. En la línea salida se citarán dos máquinas a ritmos cercanos al 2:07 final como el keniano Lawrence Kimaiyo o el etíope Bekana Daba Tolesa.

Ni que decir tiene que estos atletas buscarán la victoria y, de paso, establecer la marca más rápida en España, arrebatada hace dos años desde Valencia con la estratosférica carrera de Félix Keny, que paró el crono en 2:07:14.

También podríamos hablar de un asalto al crono de esos grandes amigos y rivales como son Carles Castillejo y Nacho Cáceres, o del intento de reválida de Frashiah Nyambura Waithaka en categoría femenina.

Podríamos hacerlo; sin embargo, estaríamos centrando en unos árboles que nos impedirían ver el tremendo bosque que ha crecido en estos años. Barcelona y el deporte van, desde hace ya unos 23 años, unidos de manera indisoluble.

Todo el fenómeno runner no ha hecho más que aumentar la exposición de esta prueba, que atrae a corredores de todo el país y, en estos últimos años, a un público internacional que aprovecha la visita para llevarse de la Ciudad Condal algo más que unas agujetas.

Si bien el recorrido no es el más amistoso de la península (hay y habrá maratones más llanas), el recorrer algunos de los puntos de interés turístico más importantes de la capital catalana le otorga un plus de espectacularidad al circuito.

El paso por el Camp Nou, el tramo que va desde el Passeig de Gracia hasta la Sagrada Familia o el paso por el centro de la ciudad antes de afrontar los kilómetros finales son detalles que sirven para no pensar, ese día, en pegarle un palo al crono. Además, el Paral·lel se encargará de poner en su lugar a propios y extraños a falta de dos kilómetros para llegar a meta.

La gran preocupación, sin embargo, está en los factores ajenos a la organización. El año pasado, una ola de calor en los días previos acabó por descargar toda su furia el día de la carrera: el llegar a una zona con poca sombra en pleno muro acabó por tumbar a propios y extraños.

Las previsiones meteorológicas auguran un día fresco, pero con precauciones: se espera lluvia en la tarde previa y la humedad puede jugarle a más de uno una mala pasada.

Lo dicho: Barcelona se lanza una vez más a la calle, preparada a batir récords de todo tipo. ¡Mucha suerte a todos!