Más de once mil participantes corrieron en el maratón de Sevilla. En 2004 empujaba yo el carro de los gemelos por los últimos kilómetros de la prueba en una posición cercana a la 2000ª. No es que fuera muy rápido sino que apenas llegamos 2300 a meta. Corriendo a solas por las desoladas avenidas de la Cartuja, nadie esperaba que aquel dinosaurio urbano del Estadio de la Cartuja pudiese acoger hoy tantos participantes como un evento del rango de Frankfurt o Madrid.

Sí, de Madrid. La carrerita amable pero discreta del febrero sevillano le mira de tú a tú a Madrid.

Eran cifras impensables hace cuatro años. Miles de corredores saltan de distancia en distancia y piden dorsal. Así que encontrar participantes ya es un problema. Sobran tantos voluntarios que organizar todo bien es el problema. Bendito problema tienen ahora en Sevilla.

Las pruebas que hace diez años 'estorbaban' a la ciudad son tomadas hoy día como impulsoras de la economía de la ciudad. La maltrecha economía de las ciudades con balances de presupuesto escandalosos. Pues bien, un maratón como el del domingo pasado dejó imágenes de una ciudad que salió a aplaudir y sus bien calculados millones de euros de retorno.

Quién lo iba a decir.

Barcelona, pósa’t maca.

En marzo siempre se hablaba del maratón de Barcelona. En los años ochenta se situó en ese hueco del calendario y allá que íbamos en primavera, a oler a mar. Los organizadores de antaño gustaban de cambiar el recorrido. No pretendían que conociésemos cada rincón de Lesseps, Poble Sec o Vallcarca. Es que la ciudad también tenía sus más y menos con una prueba donde había menos de dos y tres mil corredores. Hacía un calor simpático pero sus avenidas enamoraban. Éramos poquitos.

Getachew Abayu vence en Barcelona

El año pasado volví a correr en Barcelona. Veinte mil corredores. Por medio tuvieron que pasar penurias, años de bronca continuada con la alcaldía y hasta un año sin carrera. Quizá en Barcelona sufrieron en primer lugar el choque entre una organización amateur y una ciudad ya saturada. Y fueron también los primeros en reaccionar.

Hoy está entre las 10 mejores y más grandes de Europa. Igual que su ciudad, se podría decir. Los patrocinadores acuden en masa a una prueba que inunda Ensanche, Sagrada Familia, Ramblas o Montjüic. Cada participante viene con alguien más. Vayan sumando. Todo empieza a alcanzar las dimensiones de un movimiento turístico importante.

La vieja capital y su viejo maratón.

Durante los ochenta y noventa, el maratón de Madrid era la gran cita de la primavera. El último domingo de abril maltratábamos nuestras piernas mientras la ciudad nos toleraba un poco. No mucho. Han sido muchos años de ignorancia. Aún así, con cuatro o cinco mil corredores, era el hermano mayor que, sin discusión, vivía de la densidad de población corredora. Había más habitantes, había más maratonianos. De todos modos Madrid tuvo una década de estancamiento previa al cambio de siglo. Muchas cuestas, avenidas solitarias y el tráfico criminal de un domingo (si lees esto, sí, este tráfico tiene historia).

Maratón de Madrid

En 2006, el maratón de Barcelona pasó por el amargo trago de la suspensión. Desde Madrid y las otras organizaciones se hacían cruces y se tragaba saliva. Los organizadores del Dakar se hicieron con la carrera. Y Barcelona se transformaba en una prueba deslumbrante. En ocho años, de 4.000 a los 20.000 inscritos.

Madrid se vio relegado a un segundo plano por algunos fallos en el planteamiento. También tiró de un organizador empresarial extranjero, las series norteamericanas de Rock’n Roll Marathon. Y ahora intenta no perder el ritmo de las teóricas competidoras. Aquellas viejas carreras menores que en 2014 y 2015 superan en cifras de participación al maratón de la capital.

El festival maratoniano es un asunto primaveral aunque Valencia se trasladó de febrero a noviembre. Está la carrera histórica de Sevilla, la metropolitana fiesta barcelonesa y la recia y complicada carrera de Madrid. ¿Has escogido en cuál de los tres escenarios te aprovecharás de un tráfico cortado para ti?