Hace unas semanas hablábamos de tus entrenos en vacaciones. Te decía que tus zapatillas iban a pasearse por toda España y parte del extranjero, que no ibas a entrenar y que te fueras mentalizando de que este verano – y todos los veranos- ibas a descansar. Pero sé que tú, corredor, estás hecho de otra pasta: la coherencia y el sentido común te persiguen, pero como tú haces series, no te pueden pillar.
Hablemos en serio: si realmente estás entrenando a estas alturas del curso es porque te traes un gran reto entre manos. La distancia de Filípides suele ser la meta que muchos de los que a día de hoy pueblan las calles mientras desafían a las altas temperaturas.
Maratón y verano no son incompatibles: hay quien ahora mismo está en plena fase de trabajo a tope pensando en una Major como Berlín, o los hay con los ojos puestos ya en las metas de Nueva York o Valencia.
Pero, ¿y si vamos más allá?, ¿Serías capaz de meterte entre pecho y espalda una maratón mientras la gente mira desde sus terracitas? Porque las hay: no es cosa solo del boom, muchas de ellas tienen una larga tradición y, para correrlas, tendrás que ir a tope en algunas de las semanas más duras del verano.
Sufrí en mis carnes una experiencia similar en Pamplona, en un fin de semana de junio donde la canícula se hizo presente en una ciudad que no se enfrenta a esas temperaturas hasta bien entrado agosto.
Los viandantes agradecían no tener que cargar la rebequita o el jersey, pero los que participamos en la San Fermín Marathon de este año tenemos marcada la experiencia en nuestro termómetro corporal. Yo he puesto una muesca, diciendo “hasta aquí me aguanta el cuerpo”. Si bien es cierto que ese calor no es habitual en esas épocas del año, lo considero una buena piedra de toque para experiencias similares.
Alguno estará diciendo: “ya, maratones en agosto hay, pero son todas en el norte de Europa”. Es cierto: muchas de ellas se celebran en latitudes cercanas al polo, en pueblos de nombre extraño. No tiene mucho glamour comentar con los colegas la guerra que te dio Kongsvinger, porque enseguida se estarán preguntando si es un módulo de la estantería Billy. Pero no hay que poner tierra de por medio para disfrutar de un buen tute en tus zapatillas: a mediados de agosto se celebra una de las mejores maratones populares de este país.
Corredores venidos de todas las partes de la península plantan su tienda de campaña alrededor de la pequeña localidad de Báscones de Ojeda, a casi 100 kilómetros de Palencia. La media de edad de los participantes no baja de los 45 y el perfil es el mismo: máquinas de las de antes con kilómetros para dar y regalar.
Podríamos decir que la Maratón del Rio Boedo es su “stress test”, lo que les dice si siguen vivos. Al final del tute, a pleno rayo del sol, un pequeño trofeo acompañado por un plato de paella y postres locales. ¿En medio? Temperaturas que rondarán los 25 grados pero que, sumadas al esfuerzo, se convierten en una losa con la que cargarás todo el recorrido. Si quieres tomártelo con más calma, un día antes se hace una media maratón; si eres un cafre, dobla. No son pocos los cafres que conozco, he de decir.
Como ves, alternativas hay si quieres seguir sumando kilómetros estivales. Lo que no debes olvidar nunca es que la hidratación es lo primero. Bebe sin ganas, bebe porque sí. Refréscate y cuando ya no tengas sed, llévate el agua que quede.