Llega el momento en que ya no distinguís entre estar fino y escurrido. Es cuando vuestra pareja se preocupa porque os habéis quedado sin culo. La ropa empieza a colgar de vuestros huesos.

Después de la bajada de peso de la que te mostrabas orgulloso, y que te hacía pasear como un pavo delante de tus congéneres, empiezas a observar suspiros lastimeros a tus espaldas cuando pasas por delante de tu pareja. Ignoras tal cambio hasta que un buen día llega la frase lapidaria: Tu esposa o novia o tu madre lanzan esta frase como un dardo envenenado: “Hijo, te has quedado sin culo”.

No es el piropo sobre la extrema delgadez sobre el que ya hemos hablado. No se trata de tu familiar, ignorante del hecho que ahora eres corredor, preguntando si estás enfermo. Al que contestarás hinchado como un pavo que no, que ahora sales a correr y que te has quitado de lo que te sobraba. No lo mezcles.

Ese pantalón vaquero te queda como el culo. Las cachas desaparecen. Este horrible aspecto que da el trasero de nuestros chicos corredores no tiene nada que ver con el culito que marcaba un ochentero Brad Pitt en Thelma y Louise. Ni de Patrick Swayze en aquella otra peli llamada Dirty Dancing.

Vosotras que esto leéis sabéis a qué me refiero. Y encima da rabia. A vuestro mozo se le han ido todas las carnes alrededor del músculo glúteo máximo. Mientras, os toca cabreo continuo porque, corriendo millas como locas, habéis perdido de todos los lados menos de ese culo potente. Para más coña, las webs insisten en que es perfectamente posible que consigas ese bullarenque de modelo. Pero dejemos ese tema.

¿Qué hacer ante esa pérdida de culamen?

Como sé que no vais a modificar la tendencia de correr más y más a lo burro, ni haréis caso si os digo que vayáis al gimnasio a echar músculo, al menos mantened esto en la cabeza:

No a las mallas largas de lycra. La ausencia de cacha os hace parecer toxicómanos a los que cualquier prenda les baila. Pasaos a esos pantalones de ir a la montaña. Al menos, para bajar a comprar el pan “según venís de entrenar”, o a recoger a vuestra hija al instituto.

No a las mallas cortas de lycra. Ciclistas mezclados con esqueletos es lo que parecéis. Sois de los pocos seres a los que quedan bien los pantalones clásicos de atletismo. No sabéis cómo se os envidia.

Mira a ver si en tu cadena de moda de referencia tienen otras tallas. El acoplamiento a tu físico decreciente está estudiado. Existen las tallas, los denim de otros cortes, y la ropa juvenil.

Evita los cinturones. Te recogerá más tela alrededor de esa cinturita de avispa y parecerás un globo a medio desinflar.

Yo sé que todos estos consejos quedan muy fuera de tus intereses. No habláis de ello en el grupo de entrenamiento pero, oye, esa sombra planea sobre vuestras cabezas (rapadas al tres para ser más killer del asfalto). Hacedlo, benditos míos, por las y los que os vemos salir del vestuario del polideportivo como si hubierais donado dos arrobas de sangre.

Ánimo, culillos de liebre.