Un día sientes que aquella molestia del tendón de aquiles izquierdo ha dejado de ser un problema. Has hecho bien las cosas, piensas. Pero, de modo sorprendente y no sin cierta alarma, comienza a ponerse tontorrona la rodilla derecha. Te asaltan varias preguntas. ¿Esto tiene algo que ver con el dolor anterior? ¿Va a ser así por los siglos de los siglos? ¿No quedamos que correr era sano?

Mucha culpa de todo ello la tiene la percepción propia del dolor. No es más grave que se desplace el dolor de lado a lado, que el hecho en sí de que te empiece a doler algo. En resumidas cuentas y siendo claro, cuando nos duele un tendón o un músculo, tendemos a compensar modificando nuestra manera de correr, de pisar en general. Es un mecanismo más de defensa.

Sin darnos cuenta pero de manera evidente, para no cargar el peso sobre esa zona dolorida tendemos a ‘levantar’ los kilos que repercuten sobre ella. Una anécdota típica es la de una torcedura de tobillo. Le pasó a un conocido tal que así. El día antes de un maratón se hizo un esguince leve pero que le dejó cojeando.

Así fue a por el dorsal a la feria del corredor. Al día siguiente, suavemente y tras calentar, el tobillo le permitió correr con algo de dolor al principio. Al terminar el maratón llegó molido de rodilla, cadera y hombros opuestos. El tobillo ni se quejó. Había modificado su postura durante horas.

Durante los primeros meses de tu práctica de corredor habrá diversas molestias que despiertan. Has pasado de cero a cien en un tiempo breve. Hay que ser cuidadoso con las primeras cargas de trabajo. Ruedas por superficies quizá demasiado duras como el asfalto. Pones a trabajar la unión de la cadera y no tienes un grupo abdominal fuerte. Aductores y sóleos no están muy desarrollados. Empezarán a quejarse. Es una reacción de autodefensa generada por tu cerebro. Pobrecito él.

Ante estos dolores, mejor aflojar y fortalecer primero los trenes superior e inferior. Trabaja la técnica de carrera. Pero no cambies de postura al correr. Probablemente tengas un solo estilo y una sola zancada. Quitarás carga de trabajo a las zonas más críticas mientras, entre otros, pierdes el peso que te sobra.

Es un consejo que no solamente vale para los más novatos. Si llevas un par de años incrementando la carga de series y kilometraje, aparecerá sin remedio ese punto de sobreentrenamiento al que todos hemos llegado. Da un paso atrás y chequea qué falta potenciar antes de arrojar la toalla frente al dolor que pasa de periosteo a pubis y luego termina en la cintilla ileotibial de la pierna contraria.

¿Cuánto tiempo vas a estar así? ¿Debes preocuparte?

Como suelo recomendar de manera insistente, no entres en barrena. El pánico ayuda poco. Mantén la serenidad. Muchas de las molestias que te surgen en los primeros meses, y casi todas las que aparecen pasado un año de correr, están asociadas a falta de tono muscular ante el aumento de exigencia cuando te subes a las zapatillas.

De primeras, no pasa nada porque hagamos reset al ordenador de a bordo. Podemos perder dos semanas de nuestra brillante carrera de runner novato y aprender a correr mejor (preguntando, viendo información). Un entrenador nos podrá orientar. Un experto de los de verdad verá en seguida qué hacemos mal y qué hay que corregir. Esas dos semanas de ajuste pasarán desapercibidas.

Como contraposición a los dolores circulantes está el dolor persistente. Ese tiene un nombre más serio y que todos evitamos: lesión. Que un dolor pase alojado unas semanas en tus piernas pero guste de juguetear con su localización no es esencialmente malo. Te pondrá alerta y podrías convertirlo en un aliado para el aprendizaje de esa larga coexistencia con el deporte.

Si al final de este artículo no has encontrado una respuesta ‘a lo tuyo’ te recomiendo que vuelvas al segundo párrafo. Has modificado tu postura como respuesta al dolor. Empieza a darle vueltas desde ahí.