Hace una década, no mucho más, la prueba hispalense intentaba buscar un sitio en un mercado de maratones dominado por los grandes y donde apenas había una ‘clase media’. Estas otras carreras tenían un escaso seguimiento fuera del entorno regional, con quizá unos cientos de corredores que acudían desde los dos focos importantes del correr: Barcelona y Madrid.

El empujón que podía haberle dado el Campeonato del Mundo de Atletismo de 1999 apenas vistió una prueba con un estadio, el de la Cartuja. Se desaprovechó la oportunidad de meter las carreras populares por los ojos. El sano vicio del correr, aún en 2004, cuando mi última participación, recibía la indiferencia sevillana. Las avenidas de la ciudad seguían siendo un escaparate callado ante el paso de aquellos pelados dos mil y pico maratonianos que nos animábamos a mirar más allá de las pruebas ya consolidadas.

Hubo un momento de catarsis con la salida a concurso de la organización. El Instituto Municipal de Deportes de Sevilla, que hasta entonces había llevado las riendas de un modo tradicional, cedió el testigo a unos auténticos especialistas del gremio. Esto supuso la aparición de Motorpress Ibérica (para entendernos, los editores de la revista Runner’s World y sus asociadas en España) y las ideas comenzaron a fluir desde las carreras líder en el momento.

Me gusta hablar de las carreras a las claras. Cuando algo no me gusta, lo digo. Cuando algo funciona, es hora de desmenuzarlo.

El maratón de Sevilla es muy llano. Es la primera pata de este enjaezado caballo. Seamos francos. A muchos la sola idea de no encontrar una cuesta en los cuarenta y dos kilómetros le parecerá motivo suficiente para ir.

El “recorrido más plano de Europa”, como se suele decir, duele menos. Bastante tenemos con correr esa jartá de kilómetros como para que, además, haya entre medias más obstáculos que en la implantación del bilingüismo en España.

El maratón de Sevilla se celebra en un entorno histórico y climático especial. Uno de los cascos históricos más apreciados del entorno mediterráneo, por fin, se recorre por completo. Se quedaron atrás los circuitos que nos sacaban avenida adelante y nos devolvían de manera casi tangencial al centro.

Además no había ni Dios animando, cosa evidente si pasabas por una zona residencial un domingo a las 10 de la mañana. Esto no lograba enraizar la cultura de “bajar a la calle a animar”. Y eso que el clima de Sevilla en febrero es un insulto para los que tenemos que sufrir ventarrones y frío en esas fechas. Pero por fin se ha trabajado en un circuito que pisa el todo Sevilla.

El maratón de Sevilla es de los más baratos del momento. Esto no es ni un tópico climático ni cultural ni nada. Los precios de inscripción por corredor son evidentemente un imán para echar un fin de semana en la ciudad del Guadalquivir y de la Torre del Oro.

No es un precio subvencionado por la cara, error gordo de algunas organizaciones de carreras mayores y menores. Es un presupuesto ajustadísimo que, por otro lado, la empresa organizadora hace público en cuanto se le solicita.

Y, en estas épocas de recortes, de chorizos en la gestión del dinero, oiga, se agradece. Nunca se sabe dónde pueden ir esos treinta euros menos en un fin de semana. Tapan muchas pequeñeces.

El maratón de Sevilla adora el trato a los corredores. Solamente hay que asomarse a los canales de comunicación de la carrera para verlo. El equipo de las redes sociales está presente y activo a cualquier duda.

Paciente ante los palos que la sociedad digital gusta de dar. Cuentan maravillas del trato en los diferentes puntos y detalles de la organización y voluntarios. Y ya circula por el ideario de los corredores de medio continente esa esencia de que en Sevilla todo es cercano y cool. El resultado es que ese termómetro que es Facebook retroalimenta la carrera. Más de 14.000 seguidores es el ruido cibernético resultante de los 13.000 participantes.

Podríamos echar un rato largo más de los muchos aspectos que han convertido a la carrera sevillana en la cuarta maratón española y un top 25 europeo en cuanto a participación. Cualquiera que eche la vista atrás a aquellas ediciones de no hace tanto entenderá que mucho y muy bueno se ha venido haciendo por la carrera. El domingo nos darán otras diez o doce mil razones para pensar en asistir el año que viene.