Que hoy tengamos el maratón de Madrid en este hueco de Abril se debe a que un grupo de entusiastas de no se sabe muy bien qué decidieron que Madrid podía tener una de esas nuevas pruebas populares.

Corría 1977 cuando dos emprendedores de la capital se preguntaban por qué no tener un Maratón en la ciudad. Paco Perela, empresario del sector de los jamones, y Mauricio Blanco, empleado de la compañía Iberia, llevaban dando vueltas a las escasas noticias que llegaban desde Estados Unidos.

El creciente espectáculo del ‘jogging’, salir a correr porque sí, por vivir un par de tardes más sanas de lo habitual, se había esparcido por las ciudades norteamericanas. Si Nueva York tenía un maratón...

Con cierta inconsciencia por bandera pero ilusión a carretillos liaron a un grupo de conocidos para fundar la sociedad que daría nombre durante años al hoy Rock ’n Roll Madrid Maratón.

Como en 1977 el rock era de melenudos y la franquicia era una figura empresarial desconocida, surgió el club Maratón Popular de Madrid. El acrónimo MAPOMA, con su ‘O’ mayúscula redonda como un buen corredor debutante pasado de kilos, sería la marca con la que se conocería la prueba de Madrid desde 1978 hasta apenas hace cinco años.

Perela y su etiquetado ‘Rodper’ no solo fueron fundadores y sostenedores del maratón de Madrid (el viejo Mapoma, como dicen muchos románticos) durante los años más duros.

Patrocinaron también carreras en la época del anonimato del corredor en las calles, la introducción de las primeras marcas deportivas en España, los ochenta en los que muy pocos tomaban la salida en los ‘grandes eventos’. ‘

Rodper’ aparecía en los podios con sus embutidos, en las primeras carreras por la montaña, y en las camisetas negras, blancas y amarillas de un potente club de corredores de ruta.

Mauricio Blanco permaneció durante más tiempo como cabeza visible del maratón. Todo comenzó con la ciertamente caótica primera edición de 1978, en la que se esperaba contener a unos cientos de participantes.

Quizá por inconsciencia o por las ganas de que ocurrieran cosas nuevas (se habían celebrado meses atrás las primeras elecciones municipales desde 1936), sacó a miles de participantes a las calles de una ciudad gris y tomada por la lluvia.

Como relató el periodista Ángel Cruz, Blanco se vió desbordado y terminó arrojando al aire cientos de dorsales para satisfacer las masas.

El corpachón de Blanco era el impulso casi personal del maratón de Madrid. Reconocido por el Comité Olímpico Español junto a sus colegas fundadores de la carrera, fue presidente de la carrera hasta colocarla en los foros e instituciones internacionales como la AIMS (Asociación Internacional de Maratones).

Vivió el cambio de muchos equipos de gobierno y tuvo que sufrir en sus carnes los cambios hacia una profesionalización de los organizadores de pruebas. La dura época de los noventa y los maratones con cifras estancadas podían haber sido excusa suficiente para dejarlo pero Blanco tiró adelante.

Para bien o para mal, que hoy haya maratón en Madrid le debe mucho a ambos. Junto a su inseparable Gabi Martín son historia antigua de esa línea azul que surca las calles este próximo fin de semana.