"Son ritmos condicionados por variables intrínsecas, que son los de nuestro organismo, y extrínsecas, que son los ambientales como la luz, temperatura, presión atmosférica, humedad... Así pues los beneficios estarán ligados a las respuestas y adaptaciones de nuestro organismo al ejercicio en función del estado de estas variables", nos descubre el Dr. Guillermo Álvarez Rey, Especialista en Medicina de la E.F y el Deporte y miembro de SETRADE.
Por estos factores hay que buscar un equilibrio fisiológico y son muchos los estudios que aseguran que "la temperatura óptima de nuestro organismo para realizar ejercicio físico es aquella donde se alcanza los picos de temperatura, y estos están ubicados en las zonas medias diurnas, mediodía y en la tarde-inicio de la noche. Es decir de 10 a 13 horas y de 16 a 19 horas. Tres hormonas fundamentalmente juegan un papel en este ritmo circadiano y por tanto en el ejercicio, hablamos del cortisol, la hormona del estrés o catabólica, la testosterona, la del anabolismo, y la melatonina", explica Álvarez Rey.
Las hormonas mandan. Madrugar o trasnochar puede encajar en nuestra agenda y, sin embargo, no ser el mejor momento, pues "a muy primera hora de la mañana nuestros niveles de cortisol aún están comenzando a subir y no es la mejor hora para un entrenamiento y menos de alta intensidad antes de las 9-10 de la mañana, por el contrario a última hora de la noche, entre las 22-24 horas, cuando nuestros niveles de testosterona comienzan a ascender no parece adecuado romper el inicio de los procesos anabólicos de reparación y recuperación", aconseja el especialista de SETRADE.
Independientemente de la teoría, en la práctica el cronotipo de cada deportista hará que unos se encuentren mejor a primera hora de la mañana o al final del día. Para cualquiera de los dos perfiles hay que procurar haber desayunado o cenado al menos 30 minutos antes de iniciar el ejercicio para evitar una “hipoglucemia reactiva", y puestos a advertir "lo que es incompatible y resulta ser la peor combinación es hacer ejercicio intenso muy temprano con una baja disponibilidad de carbohidratos, con una pobre reserva de glucógeno", destaca el doctor.
Teniendo claras las respuestas de nuestro organismo según los factores que nos influyen, es aconsejable saber que dejarlo para el final del día tampoco es la mejor opción.
"Puede generar una alteración del ciclo vigilia-sueño con un retraso en la aparición del sueño REM (aproximadamente de unas 2 horas) y además podemos sentirnos más fatigados por la mañana, pues no hemos conseguido un sueño tan reparador y hemos interferido en los procesos anabólicos (construcción y reparación) que se ponen en marcha a última hora del día (testosterona y hormona del crecimiento)", asegura el especialista.
Madrugar no ayuda a rendir más y trasnochar tampoco, las horas intermedias sí harán que demos lo mejor de nosotros cuando nos calcemos las zapatillas deportivas.