Salou y las playas
Un aeropuerto donde aterrizan a diario vuelos charter llenos de rusos. Un parque de atracciones con temas de todo el planeta. Una ciudad con estudiantes británicos borrachos. ¿Dónde mejor que en Salou vas a conocer tanto mundo? Así que, deja en el hotel a tu esposa, hijos o marido y tira por cualquiera de las calles que te llevan al Paseo Marítimo.
Olvida la gran y recta playa para correr. Eres un vividor de aventuras. Tira hasta el final de Colón, donde podrás ver algunas casas bajas que resisten la caspa y el aluminio de los nuevos tiempos.
Desde ahí sale, en dirección norte, una pasarela de madera recién construida. Playa Capellanes, escalinatas que bordean Punteta Roja y la playa Larga. Si deseas descubrir cuánto dan de sí tus piernas, es fácil trotar por las calles de las siguientes calas.
La Carretera de la Costa en dirección a Pineda es una sucesión de curvones con poco tráfico hasta llegar a la semisalvaje y semiderruida playa que termina en Pineda mismo.
Tras pasar por la puerta del Aquópolis, las primeras duchas y fuentes donde parar, descansar y tomar aire para el retorno. Casi siete kilómetros en cada sentido.
Baiona y camping
Llueve. Se te ha fastidiado el jueves tarde. En tu entorno andan mascullando imprecaciones. ¿De vacaciones y lloviendo? Deja que los demás hagan planes sobre a qué restaurante ir a hincharse de marisco para cenar.
Tú ve a sintetizar la botella de albariño de la comida con tu mejor espíritu. Es fácil salir desde cualquier lado a la carretera PO-522 de la costa. Por el carril libre trota en dirección Vigo.
Antes de pasar por el puerto, detente un segundo en el fastuoso Parador y prueba a rodearlo en tu carrera. Cuidado con no resbalar o terminarás como los mejillones. En el Atlántico Norte.
Cuando regreses al paseo marítimo podrás acceder rápidamente al camino de la Ermita de Santa Marta, asómate para mirar atrás al fantástico frente de Baiona. Desde ahí corre por toda la playa Ladeira, por la arena, el borde o por donde te dé.
Tienes un buen kilómetro hasta que accedas a la trasera del Camping. En ese pinar aislado en una barra litoral, acaban las posibilidades de correr… salvo que no te dé pereza nadar y cruzar esa ría.
Es verano. ¿Quién te impide remojarte y cruzar esos cincuenta metros que te separan de las barcas de pesca de Nigrán?
Desde la otra orilla, observa tu hazaña y regresa nadando a esa maravilla de playa. Quizá haya dejado de llover. Total, ya estás mojado y en diez minutos de trote de vuelta a Baiona estarás templado. No lo cuentes cuando llegues. Ellos sabrán.
Gandía, interior y playa
Gandía. Escaparate televisivo de lo grueso. Municipio donde no falta de nada. El furor de la Safor. ¿Te alojas en un apartamento en el casco histórico del interior o en un hotel de esa cucada de barrio playero desarrollista? No te preocupes. Hay para todos.
Toma esta ruta desde el final o desde el principio. A conveniencia. Gandía-playa es una recta interminable de paseo marítimo como para que estrujes tus ganas de correr hasta que los riñones queden como pasas.
No está de más que aproveches el final del paseo para torcer a la izquierda y pasar a reservar mesa en una fabulosa pizzería de todos conocida. Yo solo doy pistas.
Al regreso hacia el puerto, hay unos metros muy majos por el espigón, bien por el interior o bien por los bloques de piedra por los que podrás despeñarte y presumir de ello al llegar al hotel.
Todavía se mantiene cierta vida de pesca en la casa social del puerto. Al lado del Ripoll (donde yo no entraría). Aprovecha y olisquea lo que se cuece en esos fogones. Sigue trotando hacia el Grao. Han arreglado la bocana del puerto y te conduce a las casitas bajas de los antiguos pescadores.
Doble giro ahora. Camino de la ciudad por una avenida bastante aprovechable. Primero izquierda, sobre el puentecito del río y luego derecha hacia la rotonda de la estación de tren.
Pegado a la vía por su derecha, por la avenida de Europa, correrás por retazos de huerta, de casas de vacaciones y de algún que otro badén de importantes dimensiones. Cuando la avenida se convierta en carretera de la huerta, a compartir espacio sin arcén.
Son unos 600 metros hasta el paso a nivel, ya en el entorno de la urbe, pegado a Blasco Ibáñez. En este punto puedes cruzar a la izquierda y regresas por el otro lado de la vía. En este caso hay un parque, terreno baldío y calles mucho más tranquilas.
Si saliste corriendo desde Gandía, ahora ya conoces el recorrido de regreso. La ida es sencilla. Todo recto pegado a la vía del tren. Feliz fideguá.