Seguro que hoy, cuando queda menos de una semana para que se abran las inscripciones para una de las carreras más multitudinarias de la capital (y de las más caras), pocos tienen aún dándole vueltas por la cabeza aquello.
La polémica que movió a todo el mundillo runner hace cosa de un mes hoy no es más que un murmullo cuando estamos planificando como acabar nuestro año como corredores. Con una carrera, seguro.
¿Veremos un cambio en el estado de las cosas en 2016?, ¿Seguirán las cosas como ahora? Como muchas veces digo, “ni tanto ni tan poco”.
Podemos tener posiciones diferentes y entender que hay cosas que tienen todo el sentido del mundo y otras que no tienen ni pies ni cabeza; igual, hasta lo que no tiene sentido para ti es lo más normal para otra persona.
Eres corredor tanto si vas a 3:30 como si corres a “5 pelaos”, por lo que tu opinión vale lo mismo que tu satisfacción al cruzar la meta. Todos tenemos una.
Quizá la gran polémica, la que hizo que algunos pusieran el grito en el cielo y se plantaran contra las propuestas lanzadas por el equipo de gobierno de Manuela Carmena es la cuestión relativa a los precios.
Seguro que hay quien hace cuentas y piensa lo que vale “un kilómetro” cuando decide apuntarse a una carrera. Los umbrales de gasto son los que son en cada casa, y probablemente sin exigir a nadie reducir un precio hay quienes se piensan seriamente correr según qué carreras.
Una vez se hicieron públicas las propuestas, hubo un brainstorming masivo de cara a compensar las diferencias por las cuales no iban a poder ofrecerse según qué servicios.
Bien pensado el asunto y razonado el tema, he de decir que las “respuestas” pueden ser ideas de bombero: ¿de verdad necesitamos más camisetas?, ¿pagarías un extra para arrastrar una bolsa cargada de muestras gratis?, ¿cuánto vale una botella de agua y una pieza de fruta?, ¿cuánto cuestan? Si realmente reflexionas sobre estas cosas (al menos yo lo hice), otorgas a cada cosa el valor que le corresponde.
Un calendario unificado, sin embargo, sí me presenta algunas dudas: muchas veces los organizadores se han quejado de que les ha faltado tiempo esperando los permisos o la confirmación del recorrido para cumplir con los mínimos que les permitan garantizar la celebración de sus pruebas.
Esta medida acabaría de raíz con estas dudas, pero a la vez supeditaría a un encaje de bolillos para encontrarle el hueco a cada prueba, con cada organizador pendiente de no quedar ni lejos ni cerca de pruebas parecidas.
Para mí, en cambio, buscar un recorrido pactado o limitar la celebración a una serie de días contados sí que me choca más. Puedo entender las molestias que genera para los vecinos de según qué zonas la celebración de una prueba multitudinaria, pero puedo aseguraros que para muchos no es lo mismo acabar en un descampado en las afueras que en pleno Paseo de la Castellana.
Cortar durante horas y horas el centro de Madrid tuvo su coste, pero acabar un triatlón de larga distancia en plena Puerta del Sol es una experiencia de las que quedan grabadas y que llevan a más de uno y de dos a recomendar una prueba.
¿A qué conclusión llego? No soy el más neocon de todos los corredores, pero tengo clara una cosa. Sí, hay quien puede reírse de todo esto porque “pagamos por correr”, pero no somos tontos.
Igual que no vuelves a pisar un restaurante en el que te han cobrado una pasta por un mal plato, estoy seguro de que no repites en una carrera donde no te dan lo que prometen.
Si hay una “burbuja runner”, cuando explote se llevará muchas pruebas que no cumplan con unos mínimos de exigencia: no marcados por un Ayuntamiento, sino por el propio sentido común.