Si una prueba tiene la categoría de “Major” siempre es por algo. Excelente organización, ambiente perfecto, condiciones favorables… todo suma para estar entre las mejores. Y si a todo eso le damos el mejor recorrido para batir al crono, estamos ante la grande entre las grandes: Nueva York es la del aficionado y Londres la de la “bolsa del pro”, pero la gloria solamente se consigue en Berlín. No en vano, la mejor marca de todos los tiempos se ha batido allí desde 2003.

Esta vez vamos a dejar a los cracks en paz para volver la cara hacia el resto de los mortales. Si vas a Berlín este fin de semana, te daremos unos consejos sobre lo que debes preocuparte una vez allí. Si no vas pero te entran ganas, guarda el artículo en favoritos y espera a 2016. Y, de paso, te diremos de una cosa en la que no tienes que pensar.

De lo primero que hay que preocuparse es de estar: como en toda Major que se precie, el sorteo de marras es prácticamente obligatorio. Sería más fácil (y más caro) ir a través de agencias, pero la cercanía del destino y la variedad de alojamientos puede hacerte ir de intrépido.

Si has participado, sabrás que muchos colegas se habrán quedado por el camino; si, por el contrario, quieres ir en 2016, apunta en tu calendario el 19 de octubre: desde esa fecha y hasta el 1 de noviembre habrá tiempo para ser parte de la tómbola. Y si no quieres ir solo, búscate dos colegas más: de cara a la próxima edición habrá una nueva modalidad, la inscripción por equipos, con un sorteo específico.

Aprovecha tu estancia en la capital alemana: Berlín es un lugar precioso pero su maratón no es nada turística. En esta nueva ola de carreras que te pasean por los clásicos monumentos, Berlín se mantiene fiel a su estilo.

Cierto es que el Reigstag y la Puerta de Brandemburgo los vas a ver, pero el resto de la carrera discurre por barrios residenciales y calles anchas. Si puedes ir antes, aprovecha y visita todo lo que puedas.

No abuses tampoco, que el sábado te vas a pegar un tute importante. La Feria del Corredor, situada en el antiguo aeropuerto de Tempelhof, es de las que se llena de anunciantes, marcas y –sobretodo- carreras. Seguro que entre todos los diferentes destinos que te ofrecen encontrarás una nueva maratón objetivo o un destino que te apetecería recorrer.

Infórmate, déjate llevar y no te olvides de apuntarte a ningún sorteo. Igual, de aquí a nada te lleva un mail en algún idioma raro confirmándote que te ha tocado un dorsal en la otra punta del planeta.

¿Y qué sobre hacer gasto? Desconozco cómo será el panorama en el resto de grandes pruebas, pero el proveedor de material de la Maratón de Berlín tiene copado uno de los hangares solamente para sus cosas. Igual te apetece comprarte las zapatillas o la ropa que lucirán alguno de los cracks que se acerquen a las dos horas, pero yo que tú me iba a pillar la camiseta oficial. Sí, aquí te toca pagar por todo y, si quieres un recuerdo, te tocará pasar por caja. Pon en una balanza lo que cuesta y lo que significa y no te va a costar tanto pagar los ¡30 pavazos! que te cobran. Y no sé cómo van las cosas en otras latitudes, pero que te dejen comprar antes de correr la camiseta de Finisher no me mola nada.

Y ya está, es domingo por la noche y estas exultante. ¿Dónde vas a celebrarlo mejor que en un biergarten? Que estés en Berlín y no en Munich no va a evitar que te vayas a pegar el festivalazo. Seguro que has hecho hueco para los wurzt y los codillos y que te tocará recuperar carbohidratos y líquidos a base de litros de rubia. Un consejo: llévate contigo la medalla. Los maratonianos son los héroes del día y no va a faltar quien te felicite por haber acabado.

Lo que nos lleva al punto definitivo, aquel por el que no debes de preocuparte en absoluto. Y eso es en correr. Bueno, igual exagero un poco: tienes que correr para llevarte la medalla y el cartel de finisher, pero dudo que te vayas a enfrentar a otra prueba donde puedas correr más a gusto.

Un recorrido plano-plano, unos servicios de lujo, un público entregado… el año pasado descubrí por qué en Berlín se citan los grandes y es que todo, absolutamente todo, está de tu parte. Por eso digo que no tienes que rallarte demasiado: todo lo que le hayas dedicado a Berlín te será devuelto.