Nos echamos las manos a la cabeza cuando en 2014 entró en vigor una ley que daba prioridad a la caza, o “aprovechamiento cinegético” sobre otra actividad en el monte.

Eso suponía una restricción al paso de cualquiera, al menos mientras se celebrara la montería, lo cual no dejaba de tener su lógica al apelar a la seguridad de corredores y ciclistas.

Al fin y al cabo, los terrenos siempre tienen dueño, sea la titularidad privada o pública por más servidumbre de paso que estén obligados a respetar.

Si en el primer caso resulta difícil argumentar con el propietario cuando puede o cuando no organizar una partida de caza, ajustada a la ley, los terrenos públicos están sujetos a aprovechamientos, y la caza es sólo una de las razones por las que puede que no les guste a quienes hacen uso de los recursos compartir los caminos con deportistas, como ciclistas o corredores. Todo se puede entender si se mira desde la óptica de los interesados en cada postura

Por eso, la vieja ordenanza que prohíbe correr por aceras y por lugares que, en resumen, no estén expresamente permitidos para realizar carreras, cuando se volvió a poner de actualidad con el borrador de la ley de seguridad ciudadana, levantó comentarios indignados, pero también un buen número de apoyos.

Al fin y al cabo el paseante también paga sus impuestos, y no tiene por qué verse atropellado por esos tipos que se toman la ciudad como si fuera suya y no respetan la prioridad de paso, echando a los lados de aceras y caminos de los parques a quienes van más despacio.

Por mucho que uno esté sesgado en favor del propio interés de corredor, no puede dejar de ver que no les falta razón.

En la práctica, la prohibición sólo se ha llevado a efecto en casos puntuales como en el parque García Lorca de Granada, donde lo que se pedía era que no se juntaran grupos de entrenamiento grandes, como venía ocurriendo, que saturaban el parque, servicios incluidos.

Por supuesto ha habido algunas multas a corredores por ciudad, pero han sido casos puntuales, que han levantado alarma para quedar en nada. Como ha ocurrido siempre, desde que el corredor es corredor y el legislador, legislador.

Esas son las prohibiciones realmente existentes. Tras una consulta a los gestores y la normas regulación del uso de Parques Nacionales, uno puede comprobar que no existe una norma que impida correr por estos o por otras zonas de especial protección siempre que se respeten las normas que rigen para cualquiera.

Estas normas se pueden resumir en: no hacer ruido que moleste a los animales o al resto de la gente que comparte ese espacio, no salir de los caminos establecidos -especialmente importante en montaña, desde el punto de vista de corredor, para que los atajos no terminen haciendo desaparecer la senda- y no dejar basura.

Por la preservación de esos espacios naturales, han comenzado a regularse los permisos de carreras de montaña. En ciertas zonas, como Pedriza u Ordesa, la celebración de éstas crean una presión extra contra un espacio sensible y muy visitado, y no siempre el monte queda intacto tras el paso de grupos grandes en competición, para qué engañarnos.

Al fin y al cabo, siempre ha habido una regulación que exigía un permiso para visitas de grupos grandes en lugares como Peñalara.

En la Casa de campo madrileña se publicaba un manual de buenas prácticas para ciclistas, con el objetivo de preservar los caminos de la erosión y que se convierta en “un lugar de paseo, no de entrenamiento o de competición para segregar adrenalina”, con la prohibición de circular fuera de los caminos habilitados y restricción de velocidad a 20 km/h.

Se lleve a cabo o no al final la regulación, no cuesta mucho como corredor verse reflejado y lo que puede terminar por ocurrir si no se respetan unas pocas normas de sentido común, algo así como recordar que ni la ciudad, ni los parques ni el monte nos pertenecen más por correr que a quienes pasean o se sientan a disfrutar el paisaje.

En una ribera andaluza, hace unos días un grupo de pescadores nos miraron con cara de poca amistad cuando pasamos corriendo y hablando: ellos están federados, pagan permisos y su actividad es tradicional.

No sería extraño que saludaran una ley que de verdad impida el paso o correr, por absurdo que parezca; lo mismo es momento de tomar ejemplo de escaladores y agruparse en una asociación para correr de manera sostenible, o los próximos titulares alarmistas pueden tener algo de cierto en lo que cuenten.