La llamada de la temporada no se puede evitar. Si hay épocas para todo, es sabido por todos que el verano está hecho para descansar. Nada como la llegada del buen tiempo para decirte a ti mismo que ya está, que es suficiente. Sí, puede apetecerte más que en otras épocas del año salir a correr, que es más agradable quemar suela en junio que en enero, pero el estío está para lo que está.
Tú, runner, estás por encima de eso. Esto se te ha metido tanto en las venas que no puedes entender lo que significa parar. Seguro que estás pensando en la próxima gran prueba del calendario o tienes una maratón de otoño que ya debes preparar.
Lo tuyo está por encima del calendario, de los termómetros y de todo lo demás. He visto de refilón tu maleta, y sé que entre bañadores, crema solar y ese polo que te gusta tanto has hecho un hueco bastante importante. Te las piensas llevar, vas a salir a rodar en tu destino de descanso...
¿Te has parado a pensar un momento en lo que estás a punto de hacer? Yo fui como tú alguna vez, hubo una época en la que me preocupaba por salir a rodar en esos días en los que podía olvidarme de todo, en los que no había más obligaciones. Bueno, sí que había: la de salir a correr.
A ver cómo te lo explico: hemos peleado durante siglos para disfrutar de unos días de descanso en algo tan circunstancial como el trabajo porque necesitamos tener un momento de reflexión y paz. ¿No piensas que en esto del correr también hay ratos en los que parar?
Sabes que lo harás con toda la ilusión del mundo: que quieres llegar a la primera gran carrera de septiembre a tope, que tu idea era afrontar una prueba importante en otoño y que ya has convencido a tu pareja de que tus salidas no van a interrumpir los paseos por la orilla o las excursiones en esas tardes tontas. Pero acéptalo: vas a pasear las zapatillas, y lo sabes.
Ese madrugón que te planteas tiene una vida muy corta, porque el gustillo de coger la cama sin preocuparse por el despertador es algo que engancha más que un ironman. De ahí a la piscina, donde te mirarán con cara de raro por hacer ejercicios de movilidad donde el agua llega a la cintura.
¿Salir a la hora de la siesta? Puede estar bien si te gusta estrenar calzado cada día: te regalo cuando quieras una salida bajo el sol de cualquier ciudad de la península en plena canícula. Si en vez de oír a las cigarras las oyes reírse tienes un problema.
¿Y al fresco de la noche? A esa hora se anima el personal, y no vas a ser tú el loco que corre mientras los demás disfrutan. Y así, estirando la última te cargas el madrugón del otro día. Un círculo vicioso.
Más allá del cachondeo, quédate con lo importante: el tiempo de descanso es tiempo de descanso. Si tu planificación coincide con tus meses de relax, tómalo con calma. Salvo que vayas buscando marca mínima para el Mundial, nadie va a preguntarse por qué estás tumbado en la toalla sin preocupaciones.
Esto tiene que ser un hobby y no algo que te aleje de disfrutar de los tuyos, que se pasan también todo el año preocupados qué carrera corres y cuándo tendrás una mañana libre para pasarla con ellos. Las zapatillas se quedan en casa, que vivan las chanclas de dedo. Olvídate de la medalla de finisher y cámbiala por una pulserita de “todo incluido”.
Y ni se te ocurra mirarle los pies a la gente. No querrás ser el pesado que busca uñas negras en la zona de baño para ponerse a hablar de la última maratón.