La conclusión era que los tremendos esfuerzos musculares y aeróbicos gastaban más rápido los recursos vitales: los excesos y la gloria de la competición se pagan. Eran años en los que se empezaba a hablar abiertamente de doping, con casos como los de Ben Johnson y Florence Griffith y la caída del telón de acero, y un poco de exageración ayudaba a vender periódicos.

La cuenta sale con los fallecidos prematuros, y no con quienes viven o vivirán por encima de la media, y compitieron en el Tour u otras pruebas de fondo: aun así los titulares sobre estudios que relacionan  mucho deporte y menos años de vida resurgen de cuando en cuando.

En realidad, las afirmaciones de que los deportistas de resistencia tienen peor salud o viven menos no se sostienen: parece ser que un aumento de la esperanza de vida de 5,7 años según estudios más recientes y fiables, es lo que más se ajusta a la realidad.

Correr y los deportes de resistencia ayudan a vivir más años, pero lo que más importa no es que ser un atleta de competición en la juventud vaya a tener el beneficio de tiempo añadido al final de la vida.

Si haces algo que te divierte y a lo que estás deseando dedicar tu tiempo libre, no hay razón para que dejes de hacerlo: vas a vivir más años, pero además los vas a vivir mejor, con mejor humor y mejor salud. Y si además la actividad lleva viajar y relacionarse, miel sobre hojuelas. Los corredores en naturaleza y quienes entrenan corriendo es quienes mejor lo tienen

Por ejemplo los alpinistas italianos de la época dorada, como Ardito Desio, 104 años, tras una vida de esfuerzos en cordilleras remotas - por ejemplo K2-  en una época con pocas comodidades.

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Ardito Desio / Wikipedia

En 1990, con 93 años de edad, aún instaló a 5.100 metros un laboratorio en las faldas del Everest. Tanto él como a Compagnoni, (95 años de vida) o Lacedelli (85), quienes subieron a la cima en la expedición al K2 tuvieron vidas tan largas como activas, aunque no tanto como Ricardo Cassin: duró 100 años, y a los 80 aún andaba repitiendo vías en los Alpes.

No es cosa de la dieta mediterránea: Chris Bonington anda con más de 80 años recorriendo cimas y escalando paredes. Tampoco sólo por recorrer montañas -hay un número de octogenarios, y al menos una nonagenaria terminando los 42 kilómetros de una maratón- aunque ayuda a mantener la motivación y además la fuerza muscular: atletas como Stevie Haston, escalador, corredor y alpinista, se mantiene en la élite del deporte a punto de cumplir sesenta años. Un buen número de corredores por encima de la edad de jubilación llenan los caminos de montaña y no parecen sufrir ninguno de los problemas asociados a la edad.

Ningún caso como el de Carlos Soria: el atleta abulense, nacido en 1939, está inmerso en la ascensión de los catorce picos de más de ochomil metros. Como parte de su entrenamiento, corre y anda por montaña, además de ejercitar la fuerza y escalar.

Camino de los 80 años, no ha perdido nunca la motivación y sólo después de la jubilación ha podido dedicarse a hacer expediciones. Carlos es un ejemplo y quizá una excepción por el alto nivel, que recuerda que vivir más años no tiene por qué llevar renuncias, siempre que hayamos aprendido, como decía el Juan de Mairena de Machado a amar la naturaleza.

Entonces tendríamos “hombres maduros y ancianos venerables, capaces de atravesar la sierra de Guadarrama en los días más crudos del invierno “. Corriendo y andando, y sobre todo disfrutando.