Seguramente te habrás enfrentado, en tu corta o larga carrera como corredor, a retos de lo más variopinto. Orgulloso estás de tu pequeño altar con las medallas de finisher, así como de ese trofeo por haber hecho podio en una clasificación específica. Seguro que en tu currículum hay (o habrá en breves) alguna maratón; puede que hasta te hayas peleado con la ultradistancia y seas un hombre de acero.

Todo genial, enhorabuena. Pero te traigo un reto de lo más complicado. Es un desafío de esos que ponen a prueba los límites de un atleta, de los que te permiten descubrir de qué pasta estás hecho. Porque sí, seguro que enfrentarte al ultratrail de turno te convertirá en un gran deportista, pero solamente conseguirás convertirte en el atleta más importante de tu pueblo si te impones en la carrera de la Fiesta Mayor.

Con el verano llegan a la piel de toro nuestras tan conocidas y admiradas fiestas populares. No hay nada como rendirse durante unos días al regocijo del cuerpo y el espíritu a golpe de charanga, tinto de verano y atracciones de feria. Los quintos se preparan para salir en procesión, subir a la respectiva ermita y con la excusa de visitar al santo patrono, desmadrar al ritmo de los sones latinos que la orquesta (que siempre es la misma) ejecute.

Lo que muchas corporaciones locales están descubriendo es que una buena manera de animar el cotarro es organizar, durante el fin de semana, una pequeña carrera popular. No hace falta demasiado: cuatro municipales que nos corten las calles, una banderola y la reina de las fiestas para entregar los trofeos. Y así, de sopetón, la plaza mayor cambia de escenografía: lo que era un grupo de abuelos bailando pasodobles se ha convertido en un revoltijo de mallas y camisetas fosforito.

Como aquí somos expertos en carreras populares y de las fiestas del pueblo sabemos bastante, nos vamos a permitir el lujo de darte algún consejo para que te presentes en la línea de salida dispuesto a romper todos los registros o, al menos, a aguantar los pocos kilómetros con los que tendrás que lidiar.

Si durante el año las calles del pueblo son tuyas, nada tiene que cambiar para que en verano no lo sigan siendo. Los abueletes del parque se ríen de ti al verte con mallas, pero cuando acabes al sprint en la plaza sabrán apreciar esos meses de entreno entre el frio y la lluvia.

Sin embargo, tendrás que lidiar con una cosa: son las fiestas de tu pueblo y por nada del mundo te las podrás saltar. Lo que al principio parecía una idea brillante se acabará complicando entre las visitas al local de las otras peñas, el correcalles o cualquier otro encuentro que incluya un vaso en una mano. Regula durante esos días si quieres ser el rey de las fiestas… o pásatelo en grande y tomate la carrera como una más.

La cosa cambia cuando llegas como extraño al circuito: has madrugado para irte a un pueblo que no es el tuyo y te encuentras con que aquel carrerón gratis no es más que un par de vueltas al parque municipal, en caminos de tierra y esquivando feriantes.

No sé si te esperabas la maratón de Berlín, pero probablemente la chavalada lleva un cebollón que parece el Oktoberfest: vigila con no llevarte por delante a los locales y aguanta la respiración en la parte más alejada.

Por ir cerrando, un consejo para el concejal: con trabajárselo un poquito, seguro que la gran prueba que le vendió a la Comisión de Festejos es un éxito. Una zona donde dejar las bolsas para los que vienen de fuera, un acuerdo con alguna empresa para que le den el agua de manera gratuita o el patrocinio de la frutería para regalar un par de piezas de fruta al acabar.

Incluso puede contar con ese club deportivo que viene a reclamar subvenciones cada año, que seguramente le harán el favor. No hay sobres de por medio, pero seguro que acaba siendo de lo más comentado en la previa del castillo de fuegos artificiales.

Y recuerda: si es entre tablones y con corredores con cuernos que van a cuatro patas, no es una carrera popular.