Queremos entrenar como profesionales, seguir sus mismos planes de entrenamiento, participar en las mismas carreras y, cómo no, alimentarnos igual que ellos. Pero se nos olvida lo más importante: nunca seremos como ellos. Por mucho que entrenemos, por mucho que nos esforcemos, somos y seremos, por siempre jamás, populares.

Realizamos tiradas de más de tres horas para preparar un maratón y poder correr los 30 kilómetros que un profesional recorre en menos de dos horas, nos matamos a series, vivimos obsesionados con nuestros ritmos y pegados al pulsómetro y cómo no, nos hinchamos a geles, polvos o barritas energéticas compuestas de 'vetetuasaberqué', que teóricamente nos ayudan a recuperarnos del esfuerzo físico y nos dan ese plus de energía para conseguir nuestras marcas.

Los geles han irrumpido en la dieta runner arrebatando el lugar que hasta ahora había ocupado el jamón serrano en los bocatas de la merienda o las tostadas con mermelada y mantequilla del desayuno. ¿Acaso una dieta equilibrada y saludable no es más que suficiente para que un corredor popular se recupere de los entrenamientos?

Pues hay quien piensa que no. Casi a diario, las redes sociales ponen en el escaparate a populares que ingieren muchos de estos productos antes de salir a entrenar y vuelven a meterlos en el cuerpo cuando regresan de correr. Hay quien los toma en la línea de salida de un diezmil, y quien lo hace cuando apenas quedan cuatro o cinco kilómetros para terminar una media maratón.

A pocos les importa si lo que se están metiendo en el cuerpo son hidratos, sales, cafeína o simplemente placebo. ¿Alguien se ha parado a leer seriamente la composición de estos productos o simplemente los toma porque alguien le recomendó que lo hiciera?, ¿somos realmente conscientes de lo que nos estamos metiendo en el cuerpo?, ¿los ingerimos adecuadamente? Que levante la mano quien esté libre de culpa...

A la hora de tomar este tipo de productos, los interrogantes y las dudas se agolpan en mi cabeza. La que más me preocupa, ¿realmente los necesito? Después de una década corriendo he de confesar que solamente probé los geles durante mi primera maratón. En una carrera de 10 kilómetros no se me pasa por la cabeza y en las medias, de momento, tampoco, aunque en un futuro no lo descarto.

Mi entrenador me recomendó que los probara durante tres o cuatro entrenamientos para comprobar que no me sentaran mal puesto que para una distancia como la maratón, 'algo' tendría que meter a mi cuerpo para poder llegar a la meta.

En total -entrenamientos y carrera- tomé siete geles, y no he vuelto a hacer uso de ellos. Incluso conozco a algún que otro runner que ni siquiera los ha necesitado para terminar la distancia de Filípides y lo ha conseguido gracias a la ingesta apropiada de agua, bebidas isotónicas y fruta.

Obviamente, no todo tiene por qué ser ni blanco ni negro. Pero no olvidemos que en torno al running se ha montado un auténtico negocio. Ropa, zapatillas, cachivaches y geles. Las marcas han visto en los populares un auténtico filón de negocio y han encontrado en las redes sociales y en los influencers la vía perfecta para llegar a ellos y 'colarles' cientos de productos. ¿Realmente quienes aconsejan su ingesta los toman?, y si lo hacen ¿son realmente imparciales o dejan comentarios favorables? Al fin y al cabo, a ellos se los han regalado.

Una de las grandes ventajas de correr es dejar de sentirse culpable de cada bocado, poder disfrutar de la comida, darse algún que otro capricho. ¿Estamos dispuestos a renunciar a ello?