Hablando en plata. Sales a correr y notas que todo fluye más en tu azotea. Si eres guionista de la televisión, miles de personajes bullen en tu cabeza. Si tienes que preparar el menú de toda la semana, te surgen primeros, segundos y postres. Si buscas nombre para tu próximo bebé, tendrás una batería inacabable de nombres modernos, clásicos, mitológicos y hasta de segadoras a motor.

No lo dudas. Afirmas que corriendo sacas más rendimiento a tu cerebro. Todo eso que tus jefes desean y tu pareja estima en gran medida, la capacidad de tu cabecita de generar cosas e ideas, está inextricablemente unido a cuánto oxigenas tu cerebro.

Por experiencia estás convencido de que, cuando corres, tu cerebro aumenta de revoluciones. Hasta el punto que no sabes si asustarte, preguntar a algún otro conocido corredor o elaborar una teoría.

¿Qué dice la ciencia?

Hillman, Erickson y Kramer afirmaban en un repaso en Nature que el ejercicio "es un factor que podría incrementar la salud física y mental durante toda tu vida". De hecho, se tienen revisados los efectos positivos de la actividad física aeróbica en todas las funciones cognitivas y cerebrales. A todos los niveles, molecular, de sistemas celulares y de comportamiento.

Parece evidente que, si la sangre circula, todo irá a mejor por ahí arriba. Poner en movimiento por la mañana las piernas ayudará. Mucho. Una de las partes del mismo, el lóbulo prefrontal, según demostró el archifamoso estudio de Jordan Santos (UHV-UPV), controla además el movimiento y es capaz de rendir a tope si se mantiene oxigenado de manera constante. Esto vendría a completar el círculo super-runner: si estás bien entrenado y oxigenas a tope tu lóbulo prefrontal, el control del movimiento en carrera será total. Al menos con los corredores africanos esto es así.

Volvamos a nuestros trotes de seis de la mañana.

Ojo. El cerebro tiene la fea costumbre de chupar el 15% del gasto cardiaco y el 20% del oxígeno que transporta la sangre. Además no sabe almacenar glucógeno y requiere de un aporte constante. Es el motor central de nuestro cuerpo y hay que cuidarlo.

Derivado de ello, por tanto, vigilad esa tendencia de salir a entrenar en ayunas. No comer nada y pretender que, además de las piernas, funcione tu cerebro, es un tanto utópico. Es una correlación estúpida de la que me he acordado ahora.

¿Entonces, seremos más productivos mentalmente si salimos a correr de mañana tempranito?

Todos hemos sentido los efectos balsámicos del correr de vuelta a la ducha mientras los demás se desperezan. Por la mañana estás más fresco, la saturación de toda la jornada laboral quedó en la almohada (o contra lo que duermas) y es evidente que correr te sentará de manera fantástica. Pero hasta ahí llegan las equivalencias.

Madrugar no va a convertirte en un Raymond Chandler o un Lavoissier porque tengas el hábito de apretarte nueve kilómetros recién levantado.

Tómalo como que arrancamos antes que los demás. Y que, ese arranque físico, no se produce en un atasco o cavando zanjas sino corriendo en libertad. Aunque sea evidente que, ya que corremos, estamos en el bando de los que cuidan su cerebro y su cuerpo de manera global.

¿Nos conformamos con eso? Mira a tu alrededor y compara. Repítete ahora la pregunta.