Son las seis menos veinte de la mañana y estoy editando este texto. No he madrugado tanto solamente para terminar algunas líneas al ordenador. Es la hora en la que muchas veces he salido a correr. ¿A las se-is-me-nos-ve-in-te? Te preguntarás si hay alguien en su sano juicio que puede levantarse cuando no están las calles ni colocadas y salir a correr.

Pues lo hay. A horas que no te imaginarías. Son los sonámbulos del correr.

En invierno o en verano, si bien este último es más propicio para salir con temperaturas más amables, verás un grupo que han hecho de las cinco y media de la madrugada su hora de arranque. O los noctámbulos que prefieren echar un trote después de una ligera cena, al regreso de su extenuante jornada laboral o cuando han acostado a los críos.

La comunidad corredora no se detiene. La pregunta es múltiple. Si la gente se desgasta poco durante el día y guarda fuerzas para la noche. Si estamos mal de la cabeza. Si podría tener consecuencias.

La más evidente es la de recortar las horas de sueño. El descanso es fundamental, seas una persona activa o un saco de remolacha tumbado en el sofá. No hay duda que si añades el correr o cualquier otro ejercicio a tu rutina, necesitarás más descanso aún. Por suerte nuestra vida de siglo XXI contiene muy poco del trabajo físico, industrial, agrícola o en el hogar, comparado con qué ocurría hace apenas veinte o treinta años.

La tecnología nos echa una mano. Hay momentos en el día en que nos ataca el sueño. Si has ido a correr a las once de la noche o a las cinco de la madrugada, tendrás un momento complicado a lo largo del día. Tendrás que considerar abandonar tu cerebro diez minutos y dejar que los ojos se cierren por un momento. Mano de santo, que dicen.

Moderación. Que no son horas.

El correr cuando el cuerpo no está aún despierto o ya agotado del día te obligará a una cosa fundamental: moderar las sesiones. Tendrás que emplear más tiempo en calentar y empezar de modo más suave. Los signos de fatiga general se unirán a los de fatiga por entrenamiento. ¿Se acostumbra el cuerpo a ese cambio de horario? Sí. Pero se tarda.

Entre que te vas acostumbrando, podría terminarse la época en que te ves obligado a salir cuando las brujas. Quizá llega el frío o empiezas a ganar horas de luz. La llegada de febrero nos está dando un poco de margen.

Quizá cambias de turno en el trabajo o termina esa locura de reuniones y tareas eternas. En caso que vaya a ser correr a estas horases de coger el gusto, deberías considerar la búsqueda de un grupo fijo. Tener alguien esperando bajo una farola te motivará a no dejarle tirado y te sacará de tu cálido hogar.

Llevar alguien con quien hablar de otros temas quitará de tu cabeza la pregunta recurrente de “¿quién me manda correr a estas horas?”