Cadaqués

Cadaqués, en la Costa Brava

La tierra de los pintores y del blanquísimo de la Costa Brava, con el fondo del mar que pintó Dalí y que sigue subyugando a generaciones de turistas. Eres uno de ellos, qué remedio. Pero, tras mimetizarte con las terrazas y pasear hasta Port Lligat, visitar la casa museo del insigne y comer hasta alcanzar el karma, quieres madrugar. Y salir a correr un rato.

Desde la cala grande de Cadaqués, la de la estatua de Dalí, sal hacia la Av. Víctor Rahola. Haremos un primer bucle corto hacia el camino que nos muestra la islita idílica S’Arenella. Luego propongo volver por la calle principal que lleva al camping Cadaqués, y darte una vuelta por las casas de Port Lligat.

Supera el trago de tanto turista (eres uno más, recuerda) y regresa a Cadaqués por la Miranda. Toma aire y ahora toca ir hacia el sur. Al fondo, más calas y ¡el Bulli! Toda la línea marítima de la población hasta bordear Sa Conca, donde se coge la derecha el camí de Joncols.

Le llevará entre duras pendientes hasta ese templo donde Ferrán Adriá dirigió el -probablemente- equipo creativo más grande del mundo. Vuelva con calma. No hay fuentes por el camino y pegará el solazo. Kilómetros sin prisas.

Estaca de Bares

Cabo de Estaca de Bares

Prepare las piernas para subir y bajar. La excusa, visitar el paraíso. Si está por la mariña de Lugo, conduzca hasta O Vicedo, en la carretera LU-862. Deje el coche ahí y caliente bajando al pueblo. Es imprescindible hacer esta ruta en marea baja.

En cuanto baje a la gran playa lo entenderá. Tiene dos kilómetros largos bordeando por la arena todo ese estuario, hasta doblar los arenales entre cuevas y logrando acabar bajo el puente de la carretera costeña. Pare un segundo porque hay que subir y cruzar la vieja obra del puente hoy abandonado.

Ya en el otro lado, siga durante 100 metros con cuidado la carretera y sálgase recto hacia O Barqueiro. Es esa maravilla que habrá ido contemplando desde la gran playa.

Continúe atravesando las casitas de cuento de Barqueiro y tire por la Rua Sol. A unos cientos de metros, no siga por la ‘pista sin salida’ por motivos obvios. A su izquierda sigue una pista asfaltada que zigzaguea y continúa a escasa distancia de la costa más septentrional de la Península, aunque entre bosques en su mayoría.

Mientras las fuerzas no le abandonen, progrese hacia el norte hasta abrirse el paisaje. Está en Bares, la villa. Y de ahí solo quedan dos curvones y un par de repechos para llegar al fin del mundo. Si se le ha hecho tarde o estos kilómetros han sido mucho, entrene antes de embarcarse en esta ruta. Merece la pena regresar hacia la ría del Sor y doblar la distancia.

Plataforma  de Gredos

Circo de Gredos

Abandonamos el monte. Quizá estés como tantos madrileños por Ávila y la Sierra de Gredos. Pues coge el coche para trotar y caminar por uno de los entornos glaciares más a mano. El circo de Gredos y los altos del Morezón.

A más de 1.500m de altitud, y desde la localidad de Hoyos del Espino, sale la carretera que tira hasta la Plataforma de Gredos. Este aparcamiento de montaña cuenta con plazas limitadas y es muy probable que le compense más (o le obliguen) tomar los autobuses lanzadera que acercan desde Hoyos.

Una vez allí arranca un camino enlosado de montaña de primera magnitud. Esta ruta escala hacia el prado de las Pozas, divisoria a la que podrá explorar, siempre sin salirse de las sendas de montaña, por si quiere tirar recto hacia las alturas que dominan Guisando y Arenas, o a la derecha si quiere acceder a nuestro objetivo: la Laguna Grande de Gredos.

Un descanso en el desnivel le dejará correr más, pero llegan los altos del Morezón. Subida constante y dura que asoma al mirador de los grandes picos de la zona: Galayos, Almanzor, Ameal de Pablo, Galana y los cuchillares que da escalofrío mirar de cerca. Desde ahí cuente con ajetreo y gente a la que tendrá que respetar en su caminata. Es una senda muy popular.

A la laguna podrá acceder tras otros veinte minutos de descenso al trote, y allí admirar las cumbres labradas por los glaciares. Ha hecho menos de siete kilómetros pero muy apañados. Si lleva poco avituallamiento quizá le apetezca tomar algo en el refugio alpino.

La recomendación es morder algo porque el regreso comienza con una larga escapada hacia arriba (todo lo que baja, sube) hasta salir del circo glaciar. El resto es mirar bien por donde se pisa, caminar y trotar hasta llegar a su punto de salida. Ya tiene las piernas al jerez para un par de días. Enhorabuena.