Hay algo en correr sin luz que resulta adictivo. Las distracciones desaparecen y correr se convierte en un asunto entre la carretera y uno mismo. Hay un inmediato subidón de ánimo y la sensación de control es completa.

La carrera se convierte en una sensación de fluir concentrado en el movimiento, que parece posible mantener para siempre; las calles solitarias o con poca gente, el viento y las temperaturas bajas frente a uno sólo, acompañado de su respiración y el golpeteo rítmico de las zapatillas sobre el suelo, son los únicos elementos en este escenario.

Como los estímulos son mucho más limitados, la atención que se debe prestar a los pocos que se tienen es mucho mayor. En un camino de montaña, ni la luz de la mejor linterna frontal permite ver los obstáculos como la luz del día y a cambio obliga a tener todos los sentidos en el estrecho cono de luz, diez o quince metros por delante de uno.

En terrenos urbanizados, como carreteras y parques urbanos correr es perfectamente seguro en zonas con iluminación artificial, salvo baches. Pero en vías mal iluminadas que no le vean a uno los vehículos no es precisamente relajante o seguro.

En una salida de verano, recorriendo parte de la costa entre Cartagena y La Azohía en Murcia, con subida a una decena de picos y más de veinte kilómetros de carretera nocturna, agradecí haber pasado por una cadena de material deportivo que se ha tomado en serio lo de la seguridad en la carrera nocturna y seguir el consejo de usar ropa específica si iba a correr en terreno, sobre todo carretera, sin iluminación artificial y tenía todas las posibilidades de hacer gran parte del recorrido de noche.

Por supuesto, salí con la linterna frontal, agua de sobra y el teléfono móvil; pero usar un cortavientos reflectante, en lugar del que suelo llevar en la mochila de correr, de color azul oscuro y una luz intermitente adosada a la mochila permitieron que los coches, cuando regresaba trotando por la carretera bajando de Peñas Blancas, no tuvieran que frenar o pasar rozándome.

Impidió que la experiencia fuera más terrorífica que subir y bajar una vía de escalada en el mallo Pisón sin cuerda. La atención que requiere quizás sea algo menor, pero los coches escapan al control propio.

Junto a la frontal, ropa reflectante y alguna luz intermitente, no está de más tomar más precauciones de lo habitual. Correr por el arcén siempre que sea posible y apartarse aunque se esté seguro de haber sido visto lo más cerca posible del borde de la carretera, o pararse y realizar andando un tramo dudoso en montaña evitan más de un susto.

Los conductores no siempre cuentan con encontrarse un corredor en la carretera y lo normal es que le vean en el último momento, a veces sin tiempo para reaccionar. En montaña, una torcedura de tobillo o una caída por un mal apoyo son de lo más normal, sobre todo en terrenos que no se conocen a la perfección.

Como quiera que muchas pruebas y salidas recorren terreno desconocido, para hacer con la luz de la frontal, los bastones se convierten en un buen elemento de seguridad. Pesan y ocupan poco y en salidas largas salvan las articulaciones; en carreras en competición nocturnas son uno de los elementos imprescindibles.

En entrenamientos, el consejo más repetido en cualquier sitio y revista dirigida a corredores es llevar encima el teléfono móvil y algún documento identificativo. Se puede añadir: en montaña, intentar salir con compañeros o a menos decir a alguien qué recorrido se va a hacer.

Y eso sí, ya se sabe que la música hace mucha compañía, que se dice que ayuda a mantener el ritmo y las grandes figuras publican sus playlists favoritas. Pero a no ser que se vaya muy sobrado, mejor dejar que los sonidos de un coche que viene por detrás o del mar o una tormenta que llega complemente la poca información que da la vista, o puede que la experiencia de la carrera nocturna termine no siendo tan buena.