Cierra los ojos. Imagínate sentado, esperando que llegue el momento en el cual se dé el disparo de salida. El frio aprieta, y cada cual está a lo suyo: desde el concentrado en la carpa de la organización hasta el que se refugia bajo capas de ropa que irá abandonando a medida que llegue la hora.

Hay quien apura la ingesta de los últimos carbohidratos con algún que otro donut. Sin embargo, todo el mundo se cuadra en un momento. Conseguir el orden de 50.000 almas es difícil, muchas veces ni el mejor de los generales; sin embargo, es “Frankie Ojos Azules” el que llama a las armas.

Si vas a estar cruzando al son de “New York New York” el Puente de Verrazano, enhorabuena. Has llegado al punto de encuentro del atletismo popular a nivel global. A medida que se acerca noviembre, la Gran Manzana se viste de gala para acoger a gente venida de todas partes.

Sí, que la “ciudad que nunca duerme” reciba visitantes es algo absolutamente normal: habrá tantos en estos momentos como los hay en abril, en agosto o en febrero. Pero estos no se van con maletas cargadas de ropa o detalles: estos traen sus maletas y sus cabezas cargadas de sueños, de objetivos y marcas. En definitiva, de ganas de tomarle el pulso a la ciudad.

Está claro que el Maratón de Nueva York mueve muchísimas ilusiones, pero también intereses. La prueba más grande del panorama “major” se viste de gala este año y trae a “la capital del mundo” al gran dominador del año maratoniano, Wilson Kipsang.

El keniata ha estado rondando la victoria en prácticamente todas las maratones que ha corrido este año y llega a la cita como vigente ganador tras su victoria el año pasado. Lesisa Desisa, su compatriota, también está llamado a hacer grandes cosas como actual campeón en Boston, la otra gran prueba norteamericana.

Enfrente, la gran esperanza local es Meb Keflezighi: el veterano corredor nacido en Eritrea quiere reverdecer viejos laureles, y qué mejor sitio que Nueva York (donde ya venció en 2009) para hacerlo.

Siempre es interesante seguir a los profesionales, pero una cosa es segura: si estás pendiente de este maratón es porque algún amigo o conocido la corre. La aplicación para móvil de la carrera se ha convertido en una herramienta indispensable para seguir a ese colega que está ahí, preparado para lo mejor. Dale todos los ánimos que pueda, porque los va a necesitar.

Una cosa he de decirte, corredor: si vas a por una marca ambiciosa, puede que Nueva York no sea el mejor lugar para conseguirla. Seguro que has entrenado durísimo durante este verano, olvidándote del terraceo y de quedar con los amigos para matarte a hacer series; pero si te has olvidado de meter algo de cuestas, irás perdido.

Este maratón sube y baja de manera constante, con tres picos importantes: notarás al principio la subida al Puente de Verrazano aunque, al no ir a ritmo, no sufrirás.

Sin embargo, la entrada al puente de Queensboro es una prueba de fuego: no solo es la elevación, sino la “soledad” que se vive. Pasando el kilómetro 25 dejas atrás los ánimos de los neoyorquinos y te metes en un lugar en el que solamente resuenan las pisadas de tus compañeros.

Si sales “vivo” de allí, estoy seguro de que te comerás la última gran cuesta: subiendo hacia la Quinta Avenida ya tendrás claro que quedan poco más de cinco kilómetros para llegar a Central Park.

¿Un consejo? Disfruta: cuando ves un partido de la NBA o cualquier otro espectáculo deportivo en los Estados Unidos te das cuenta que todo está construido para el entretenimiento del aficionado que lo está viendo.

En este maratón, el aficionado es el corredor y los que recogieron el testigo del mítico Fred Lebow lo saben. Pocas veces te “querrán” tanto en una prueba, así que déjate llevar y pásalo bien.