La marea humana que llenaba el Paseo del Prado lucía de dos colores. El de ellas y el de ellos. Es así como se diseña la mercadotecnia de género: gris y rosáceo salmón. Por encima de ello, tenemos a la ciudad de Madrid que ya está acostumbrada a estas pruebas y, bien visto, cerca de veinte mil participantes no asustan a nadie.
Aunque todavía lejos de la gran cita anual del medio maratón de nuestro entorno (la Behobia-San Sebastián puso 28.000 corredores en meta), la sólida organización bajo la batuta técnica de la Agrupación Deportiva Marathon sacó pecho. El tirón de una ciudad que reinventa su esencia como es Madrid se pone al servicio del medio maratón y se despega de las otras grandes citas sobre los 21 kilómetros (Valencia, 10.800 y Barcelona 12.500)
No todo va a ser el recuento de la masa y las cifras dentro de un ránking imaginario de méritos. A reseñar una amplia salida y mejores avenidas aún para acomodar a toda la masa. El Paseo del Prado evacuó correctamente a unos y otros hacia el primer kilómetro y apenas hubo parones ni detenciones. Probablemente sea la masa crítica que las avenidas de esa zona pueden soportar, como se puede comprobar en muchas pruebas de menor distancia o en el mismo maratón de Madrid.
Sin apreturas, pudimos ascender poco a poco hacia la parte alta de ese recorrido canalla de Madrid. Difícilmente mejorable salvo alguna rampa, la AD Marathon puede presumir de uno de los mejores posibles recorridos en la ciudad.
Su trazado intenta ganar altura hacia Plaza de Castilla por los bulevares menos empinados posible. Como no todo va a ser alegría para el cuerpo, el descenso se ve remachado por un acceso despiadado al Parque del Retiro. Bien.
Han decidido que será así en lugar de abrazar el pulmón de la ciudad de otro modo. Todos perdemos un minuto en el cronómetro y un día de vida con la criminal ascensión por Alfonso XII. Pero la posterior llegada al Retiro es amplia, simbólica y libera el tráfico de algún otro punto de la ciudad.
Por delante un buen puñado de africanos intentaron minimizar el castigo a sus marcas personales. Con 1h02 larga se impuso Morris Gachaga frente a John Kipsang. Ambos atletas con registros personales inferiores (Gachaga tiene 1h01 en la distancia obtenidos en Santa Pola, mientras Kipsang posee 1h00). En categoría femenina Poline Wanjikn se impuso en 1h12 a la corredora del club organizador, Rehima Serro.
Detrás, la fiesta, bajo un cielo encapotado pero con una temperatura agradabilísima para correr. Pocas intervenciones sanitarias a lo que podrá haber contribuido la ausencia de altas temperaturas. El cierre de meta dejó un buen sabor de boca general. Un corto 19% de participación femenina.
Una prueba de iniciación sobre 5 kilómetros que atrajo a unos 1.600 participantes pero que podría beneficiarse de corredores-salud que, sobre los 21 kilómetros, quizá estén exponiéndose demasiado a la dureza de la larga distancia.
También tuvimos que soportar esporádicos comportamientos fuera de lugar que quedaban inmediatamente deglutidos por los miles de esforzados corredores. Algún conductor que pitaba impaciente y un buen racimo de espectadores cada vez en más puntos del recorrido.
Lo bueno se comió lo malo. No llovió hasta cerrada la meta. Hasta yo corrí como una liebre perseguida y el servicio de ropero funcionó mejor que bien. ¿Qué más se podía pedir? Aquí puedes consultar la clasificación.